jueves, 26 de julio de 2012

Cuatro parroquias - Santa María

No se sabe con exactitud cuando se construyó la primitiva iglesia de Santa María. Debía ser un templo muy sencillo, de madera o de mampostería, al que sucedió otro gótico y fue en 1739 cuando los donostiarras acuerdan demolerlo y levantar uno mayor, siguiendo los planos de Pedro Ignacio de Lizardi y Miguel de Salezán y luego de Francisco de Ibero. Dice Camino que esta parroquia "aunque no sea hecha con todo aquel rigor y severidad del arte que piden los inteligentes en la arquitectura y lleva extraordinario laboreo, sin embargo no se puede dejar de confesar ser suntuosísima y capaz, donde cabrán hasta cuatro mil personas y trabajada a todo empeño, habiendo contribuido a su construcción la Real Compañia Guipuzcoana de Caracas, que veneraba por patrona en dicha iglesia a la antiquísima imagen de Nuestra Señora del Coro, llamada así por haber estado otro tiempo sobre el facistol del coro, a cuyo majestuoso simulacro, que se halla sobre un rico trono de plata, que consiste en un árbol genealógico, sosteniendo su trono Abraham o José, afianzándose sobre cuatro vástagos o ramas otros tantos reyes de Judá para denotar la regia estirpe de María y Jesucristo, profesa toda la ciudad particular devoción, acudiendo a su amparo en las necesidades urgentes; bien que se ignora el primer principio de su generación, y sólo hay una tradición popular del motivo que ocasionó su traslación al altar y capilla  mayor".

La primera piedra de la nueva iglesia se puso el día 27 de Abril de 1743, acabándose las obras en 1764, aunque la inauguración oficial se hizo diez años después por no haberse terminado la decoración interior y los retablos. Su extensión es de 2.773 metros cuadrados midiendo 55,50 metros de largo y 32,70 de ancho y 35 hasta el florón de la media naranja. Costó 212.000 pesos, aportados en su mayoría por la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas.

El altar mayor lo describe Camino diciendo que "es verdaderamente serio y de arquitectura heroica, que consta de dos cuerpos con varias pinturas de no despreciable mérito, y cuatro columnas grandes pareadas una con otra, de orden corintio en cuyo intermedio está el solio y camarín de la milagrosa imagen de Nuestra Señora del Coro, un majestuoso tabernáculo que adoran dos serafines con alguna alusión a los del Arca del Testamento, grandes jarrones en la cornisa sobre la cual vienen a caer y descansar los dos faldones del segundo cuerpo, que remata en tímpano con su roseta, de que aparecen varios rayos, y bajo el cual se halla colocado el retrato de San Sebastián, con colgantes dorados a los lados, y un grupo en el friso de dicha cornisa, todo ello ejecutado al diseño de D. Diego de Villanueva, Director de la Academia de Madrid. Los altares del Socorro y de la Soledad son también de gusto exquisito y de la invención del célebre D. Ventura Rodriguez, restaurador de la verdadera arquitectura y se ve colocado en el primero el simulacro de Nuestra Señora del Socorro, imagen de prodigiosa antigüedad, a la cual en los siglos anteriores llamaban con los nombres de Nuestra Señora del Buen Suceso, la Antigua o la Morena, como consta por papeles. Las estatuas del altar del Consulado o Santa Catalina son de mérito y del maestro Mena, y también son buenos los altares de Santa Bárbara y San José, en el cual último hay un excelente medallón de San Pío V, ejecutado en Madrid por Roberto Miguel, y representa aquel caso raro de haber retirado Cristo Crucificado sus pies, al tiempo que iba a besarlos el Santo Pontífice, por haberlos envenenado sus enemigos, para que con el ósculo le impregnase la malignidad del tóxico. En todos estos altares, como también en el de San Pedro, donde se mira una primorosa estatua del Apóstol, obra de Felipe de Arizmendi, reluce en los zócalos el jaspe variado con la hermosura de diversos colores y vetas.

El coro de esta iglesia también merece atención por su sillería en medio círculo, y lo órganos que, por la dulzura y variedad de sus registros, están ponderados. La sacristía y los salones que tienen encima para custodia de alhajas y ricos ornamentos, serán lucidos cuando se acaben de adornar y componerlos. Finalmente hay en dicha iglesia algunas reliquias insignes, que se ven sobre sus altares, y de que se reza en días determinados del año". (Conviene recordar que Joaquín Antonio del Camino escribió su "Historia de San Sebastián", de donde tomo estos datos, antes de 1789).

En la parroquia se venera el Cristo de la Paz y Paciencia, de Pierres Picat, que se hallaba en la Puerta de Tierra de las murallas y que fue traído a la iglesia al ser derribadas éstas en 1863. Y también a la imagen de Nuestra Señora del Coro, que se hallaba en el remate de facistol. Cuenta el presbítero D. Joaquin Ordoñez en su obra escrita en 1761 que "un venerable religioso la tenía tanto amor que la visitaba diariamente y porque era mucha molestia subir al Coro tantas veces y que tendría más descanso y más frecuente gusto  en tenerla en su celda se determinó a sacarla de su antiguo sitio ocultándola en la manga y llevársela, quiso salir por una puerta y por superior impulso no pudo dar un paso, y hallándose sorprendido echó por otra puerta y le sucedió lo mismo en ocasión en que entraban  los beneficiados a vísperas y hallando a dicho Padre tan embarazoso y suspenso, confesó de plano su culpa y sacándola de su manga dicha imagen determinaron colocarla en el altar mayor donde se conserva; es una Señora tan pequeña que cabía en la manga del Padre, tiene de alto una tercia, es morenita y tiene a su niño con la mano izquierda en la boca como chupándose los dedos, pero es tan grande que en su adorno se gastan potosíes, tiene cadenas de oro, muchas joyas de diamantes, de esmeraldas y perlas, en sus vestidos no hay mejores de oro, plata y galones finos, y todo se lo merece porque es a quien esta Ciudad y su comarca acude en todas las necesidades y urgencias y apenas se trata de rogativa cuando se ha logrado el fin ; el principal bienhechor de esta Santísima Imagen ha sido y es, la Real Compañía de Caracas porque tiene asignadas porción de pesos de cada navío que de Caracas llega aquí o a Cádiz, y los ciudadanos en vida y en sus testamentos tienen presentes los favores recibidos por la protección de esta portentosa imagen".

El cuadro de San Sebastián que se halla encima del camarín de la Virgen del Coro, en el altar mayor, es obra de Luis Boccia que lo pintó en 1819, sirviéndole de modelo un armador del muelle.

(Juan María Peña Ibáñez)




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