sábado, 21 de abril de 2012

El túnel del Antiguo

El túnel del Antiguo ya ha cumplido un siglo de vida pero tiene su historia que comenzó en las Juntas generales de Azpeitia de 1862, en las que se pidió que la carretera general de Madrid a Irún modificara su itinerario que iba por Astigarraga dejando de lado San Sebastián y se proyectara por la continuación del paseo de La Concha, llamado entonces de los Baños, pasando por la actual finca de Miramar.
















Llega el cinematógrafo

El cinematógrafo, el gran invento de Marey y Friese Green, lo perfecccionaron los hermanos Luis y Augusto Lumiére quienes pasaron en privado sus primeras películas en marzo de 1895 en París y un mes después ante la "Societé d'encouregement a l'industrie national". No se dio ni por la industria ni por la prensa excesiva importancia al invento. Un empresario belga contrató aquellas primeras películas  y las exhibió en Bruselas con escaso éxito. Luego, el dueño del Grand Café du Boulevard des Capucines de París alquiló el sótano por treinta francos diarios al empresario belga que daba dos películas cada  día. Y comenzó la gente a interesarse por el cine y asistir a las sesiones

¿Cuándo legó el cinematógrafo a San Sebastián? No andan muy de acuerdo los investigadores de la pequeña historia de nuestra ciudad ni en fechas ni en lugares. Parece ser que los donostiarras en 1891 pudieron ver boquiabiertos a través de unas lentes escenas de la guerra de Crimea. Aquí esa guerra debió seguirse con mucho interés y un bar restaurante sito en el barrio de San Martín fue bautizado con el nombre de Sebastopol, desaparecido allá por los años treinta ha vuelto a renacer en la forma de "pub" con el mismo nombre y en el mismo sitio. Aquello, que no era cinematógrafo, se daba en el número 14 de la calle del Pozo, hoy paseo del Boulevard.

Tras aquel antecedente inmediato del cinematógrafo, éste llegó de la mano de los hermanos Lumière y tres meses después de haberse dado las primeras proyecciones en Madrid y Barcelona se daban en San Sebastián. La primera sesión parece ser que tuvo lugar en un improvisado cinematógrafo en el llamado Salón Edison, sito también en la calle del Pozo. El argumento de la primera película proyectada en nuestra ciudad era el siguiente:















La Real casa de campo de Miramar

Los terrenos de Miramar, donde se construyó el Palacio Real que durante casi cuarenta años ocupó la Reina Doña María Cristina con su familia, han sido testigos de racenas vinculadas a la historia de San Sebastian

En tiempos remotos existió alli un cementerio de la ciudad, que entonces era villa. Este pequeño camposanto tenia una capilla, que estuvo machos años en ruunnas. Con anterioridad alll estuvo el convento de Dominicas, en el que fue monja Catalina de Erauso y del que escapé para protagonisar una serie die aventuras en América, pasando a la historia con el sobrenombre de "Monja Allérea

Durante la segunda guerra carlista, los hoy jardines fueron camino por donde desfilaron muchos cinvoges finebres. Allí existió el tambor", avanzada de los voluntarios liberales. Dende el sitio que luego ocuparia el palacio fue dirigido el combate de Aratzain, cuando el general Morales de los Rios, paca tomar Mendizorrota, dispuso que las fuerzas de zeserva avanzasen dejando desamparadas a las que en primera ines subieron al monte para ser alli furiosamente atacadas por las tropas carlistas

La Reina Regente, que vino a veranear por primera vez en 1887 alojándose en el palacio de Ayete, propiedad de la duquesa de Bación, al elegir San Sebastián como punte de residencia de la Corte en los entios, quias tener una residencia propia, fijändose en la finca de Miramar Resulta curioso el dato siguiente: antes de tonuar la Reina esta decisión, el gran tenor Julian Gayarrre se labia fijado también en Miramar, e hizo gestiones para comprar los terre nos. Pero no sólo pensaba levantar alli una casa, sino que queria montar una fabrica de productos químic Afortunadamente el proyecto del cantante navarro no se levó adelante.

La inca de Miramar ora propiedad del conde de Mariana y se in vendió a la Reira al precio de cuatro pese tas el metro cuadrado, negion escritura priblica otorgada ante el natario don José Francisco de Orendale, firmando la misma como apoderado de la Reina don Lats Moreno y Gil de Borja. Contiguos a estas terrenos tenia unos el Ayuntamiento y la reina ommpró una parcela de ellos, 1.918 metros cuadrados en total. El municipio donostiarr quiso regalázselos, pero doña Maria Cristina se opase Ani se lo comunico al alcalde el general Arteche, que habia becho la gestión en nombre del municipio. La Reina per fin aceptó que se mantuviese secreta la compra de este terreno a fin de que se creyera que in adquisición se había realizado a titude gratuito.

Pra construir el actual palacio se hicieron algunas moxikaciones en la carretera general, que vntoneses ibu por Miraconcha y atravesaha parte de la actual finca antes de llegar al Antiguo. Se construyó un tünel de 966 metros de largo, 11 de ancho y 9 de alto y sobre él, como pensiles esplendidos, están los jardines que avanzan hacia el mar, haciéndose un pesqueño embarcadero, hoy desaparecida, en el Pico del Lero, que utilizaba la familia resi para sus excursiones marítimas.

La obra del palacio comenzó en junio de 1888 terminándose en 1891. Fue un arquitecto Inglés, Selden Wornun el autor del proyecto, y la dirección de las obras corrió a cargo de un colega domustiarn den José Golcon El palacio es una mezcla de rastillo feudal y casa de campe moderna, de granja y torreón y en de estilo de palacio inglés con reminiscencia leš gótico. Se lamco más comodidad interior que la apariencia exterine Hemiltan origina les sus arcadas, balcones de madera, chimeneas, tejados, escalinatas. El palacio podría encajar perfectamente ent las verdes colinas escocesas.

En esta "real essa de campo de Miramar", como queria in Reina que se llamase, veraned Doğa Maria Cristina desde 1883 hasta 1928, excepción hecha de 1888, y el primer año estuvo on el Palacio desde el 19 de julio hæsta el 27 de septiembre, un total de dos meses y oche dias

La cuenta final de terrenos, edificio, mobiliario, decoración, etc. ascendió a tres millones y medio de pesetas. En el edificio se utilizó el mejor material: la piedra era de Ontoria, de Burgos, y los hierros de Altos Homes y "La Vizcaya de Bilbao la carpinteria de Orio y Vitoria, la ebardsteris fina de la casa Echeverria y Otton Mathe de San Sebastian Las telas eran de lährims españolas y los tapicess de la Casa Real. El tejado era inglés y de Gran Bretafia se trajeron algunos obrera expecializuodos, para quienes semanalmente se enviaba desde Liverpool la comida. Lon jardines los proyectó M. Pierre Ducasse, francés afincado en San Sebastián que también dirigió los de la Plaza de Guipúzcoa y los del Palacio de Ayete

Pocos donostiarras conocen el interior del palacio de Mirarnar y cual ninguno sabe cómo se hallaba cuando era residencia de los reyes. Hay una descripción muy detallada de como estaba el palacio al inagurarse. Sigamen al minaciono cronista.

La escalinata daha acceso a una galería en la planta baja donde habia un cuarto vestsiario que servía para que lon visitarides pudieran arreglarse antes de ser recibidos por los reges. En esta planta había un salón-despo cho, un cuarto de aseo y una escalera Interior que daba acceso al puo principal. Había una gran vestibulo cuadra da, de diez metron de lido cun vistas al mediodía, una biblioteca, una sala de lectura que se habilitaba como cap Ila, el comedor the 16,50 metros por 8,30 ron un mirador sobre la Concha, una escalera principal y otra de serv eio, un despacho para el intendente, salón de recepciones de dimensiones análogas al comedor, una sala de billaz y un vestibulo

En el piso principal, a la derecha de la galería, estaba el cuarto de la reino Maria Cristina con varias piezas anejan de toilette, cuarto vesicurio, cuarto de la doncella y una escalera para bajar al despacho Todan ins habita ciones de la reina tenian una superficie de 25 por 7 metzos y estatem orientadas al mediodia. Halia además un "cuarto de confianza" para la reina y cuatro habitaciones con servicio completo para las damas de palario. A la izquierda estaba la sala de juegos del rey niño, cuarto de dormir de éste, cuarto de la institutriz con servicios y una pequeña cocina. A coastinuación salas de estudios de las infantas, habitaciones de las ayas, cuarto de dormir de las Infantas, con servicios. Todas estas habitaciones daben a una terraza frente al mar. Del cuarto del rey se podía acceder por una escalera a una torre desde la que se dominaba la bahia. En el últzno piso estaban los cuartos de plan cha, roperos, cuartos de servicio, etc.

En el patio de entrada habla tres grandes escudos, uns con las armas de España, otro con las del rey y otro con las de la reina

Tras la mayoría de edad de Alfonso XIII cambiaría esta distribución.

Por el palacio de Miramar pasó la historia y muchos de sus personajes. Allí estuvieren Eduardo VII de Inglaterra, las reinas Amelia de Portugal y Natalia de Servia, el príncipe de Mónaco, los grandes duques Wladimiro de Rusia, el príncipe Enrique de Prusia, la eroperatziz Zita, el presidente Alvear de Argentina, el príncipe Takeiko, el heredero del trono pertugués... En la capilla de palacio recibió las aguas bautismales la princesa Ena de Battenberg, que luego fue reina de España con el nombre de Victora Eugenia, en una habitación falleció el infante don Fernando... Durante sus estudios de bachillerato, de 1960 a 1956, en el palacio se alojó el príncipe don Juan Carlos.

El palacio fue incautado por el gobierno de la República y fue devuelto a la familia real en 1941 La finca fue comprada el 13 de agosto de 1971 por el Ayuntamiento por cien millones de pesetas

El palacio es desde 1974 monumento nacional.









La estatua de Oquendo

Agonizaba comido por la fiebre y el agotamiento aquel día del Corpus de 1640 en la ciudad de La Coruña. Era don Antonio de Oquendo y Zandategui. En el momento en que salía de la iglesia la solemne procesión, la Real Armada y la escuadra de Flandes comenzaron a disparar salvas en honor del Señor Sacramentado. El marino, en su inconsciencia producida por la calentura, creyó que era el enemigo que atacaba a sus barcos e incorporándose en la cama, exclamó: "Enemigos, enemigos; déjenme ir a la "Capitana" para defender la Armada y morir en ella". Poco después expiraba aquel genio de la guerra en el mar.


Había nacido en la casa solariega de sus mayores, en la falda de Ulía, frente al mar y fue obediente a la llamada de éste, igual que su abuelo don Antonio y su padre don Miguel que sirvieron en los navíos del Rey, tomando parte este último en la gloriosa acción de las Terceras a las órdenes de don Alvaro de Bazán con el viejo tercio de don Lope de Figueroa y don Francisco de Bobadilla en el verano de 1582.


Con estos antecedentes familiares, el joven Oquendo eligió los rumbos del mar embarcando a los 16 años en Nápoles en las galeras del almirante don Pedro de Toledo, llevando la espada que su padre había portado siempre. Allí comenzó una gloriosa carrera, llena de triunfos y riesgos, que le hizo ganarse la admiración de sus contemporáneos y el más alto aprecio de Su Majestad quien le nombró caballero de Santiago, invitándole Felipe III a la doble boda del príncipe Felipe con Isabel de Borbón, hija de Enrique IV de Francia, y la de Luis XIII con doña Ana de Austria, hija del monarca español.


Hay dos momentos superiores en la vida de don Antonio de Oquendo: la acción de Pernambuco y la de las Dunas. La primera tuvo lugar en 1631 y nuestro almirante salió de Lisboa hacia el Brasil al frente de una escuadra de diecisiete navíos con los que tuvo que enfrentarse a los treinta y tres que comandaba el holandés Adrián Hanspater. La acción fue sangrienta y duró desde las ocho de la mañana hasta las cuatro de la tarde, "sin que en todo este tiempo faltase del alcázar el intrépido Oquendo con espada en la mano y sin más escudo ni broquel que un vestido de raja simple". La victoria sonrió a los españoles y el holandés murió en la batalla.


La acción de las Dunas tuvo lugar también contra los holandeses ocho años después y en ella rayó a gran altura no ya sólo el valor sino la pericia y los conocimientos de estrategia marina de nuestro paisano. En el momento crucial del combate, Oquendo arengó a los hombres de su nave: "Quien no ve la hermosura que tiene el perder la vida por no perder la honra, no tiene honra ni vida. Si Dios fuese servido que en esta ocasión la perdamos, moriremos en defensa de la religión católica contra tan implacables enemigos de ella, por el crédito de nuestro príncipe y por la reputación de nuestra nación. Espero que habremos de salir bien de este empeño, y así no os espante el número, que cuantos más fueren tendremos más testigos de nuestra gloria. ¡Santiago y a ellos!"


Fue su última victoria. Unas semanas después entregaba su alma a Dios.


San Sebastián tenía olvidado a uno de sus hijos más ilustres, al almirante don Antonio de Oquendo, y un grupo de veinticuatro vecinos, entre los que se encontraban Javier Barcaiztegui, Joaquín Mendizabal, José Rezusta, José de Mutiozabal, Pío Baroja (abuelo del novelista), José María Arrillaga, José Antonio de Ziuza, Ricardo Bouquet y José Rodrigo, que componían una especie de comisión popular, presentaron un escrito al Ayuntamiento con fecha 24 de junio de 1856, pidiendo que se encargara a un artista la confección de algunos cuadros que recogieran diversos momentos de la gloriosa vida del ilustre donostiarra. Fue Antonio Brugada, excelente marinista, el encargado por el Ayuntamiento de pintar dos cuadros que recogen dos momentos del combate naval que sostuvo nuestro paisano con el holandés Adrián Hanspater, cuadros que se hallan en la actualidad en la escalera principal de la Biblioteca Municipal.


Años después, en 1873, el historiador don Nicolás de Soraluce lanzó la idea de levantar una estatua a Oquendo en el paseo de la Zurriola. La idea quedó arrinconada y diez años después un concejal, don Victoriano Iraola, la resucitó sugiriendo que se abriese una suscripción popular para sufragar los gastos que originase el monumento, acudiendo inmediatamente la Diputación con 5.000 pesetas, concediendo el Gobierno cinco toneladas de bronce procedentes de cañones fundidos.


La idea estaba en marcha y el 5 de septiembre de 1887 tuvo lugar la colocación de la primera piedra del monumento. El sitio donde se levantaría se había elegido en lo que se llamaba la Zurriola porque desde allí, ya que no había casas en la orilla derecha del Urumea, se veía el caserío Manteo-tolare, donde había nacido el Almirante, propiedad de la marquesa de San Millán y Villa Alegre, descendiente de Oquendo.


A las 5 de la tarde llegó la comitiva precedida del clero con cruz alzada, formada por el Ayuntamiento cuyo pendón llevaba el señor Altube, la Diputación, oficiales de la Armada, cuerpo consular, magistrados, etc. Momentos después llegó la Reina Regente doña María Cristina, el presidente del Gobierno don Práxedes Mateo de Sagasta y los ministros de Gracia y Justicia, don Manuel Alonso Martínez, y de Marina, señor Rodríguez Arias.


Frente al jardincillo donde se iba a levantar el monumento había dos palos de buque en cuyas cofas estaban dos niños vestidos de blanco y con boina encarnada que tremolaban la bandera nacional. Se había levantado un trono donde tomó asiento la Reina, teniendo a su izquierda al ama que llevaba al Rey en brazos. Alfonso XIII no había cumplido todavía año y medio. A la derecha de la Reina estaban la princesa de Asturias, María de las Mercedes, y la infanta María Teresa. Los ministros y palatinos se colocaron a ambos lados del trono. Para aquel acto se había levantado un altar, adornado con flores. A un lado había una cruz negra de cuyos brazos pendían festones de laurel y en el otro lado un pendón igual al que Oquendo tremolaba en los combates navales y que por Semana Santa se izaba en la Casa Consistorial. Junto al altar había un dosel para el obispo y en el centro una mesa sobre la que estaba el acta de la ceremonia y el estuche que contenía la pluma de oro con la que había de firmar la Reina. Junto a la mesa, una grúa pintada de color de plata sostenía la piedra que tenía un orificio destinado a encerrar la caja donde se puso el acta, algunas monedas y un número de cada uno de los periódicos de San Sebastián de aquella fecha y unos versos en vascuence. Sobre dos columnillas estaba la artesa que contenía la argamasa y un estuche con una paleta de plata.


Tras las preces pronunciadas por el obispo de Vitoria, la Reina bajó del trono seguida de sus hijos y cogió la paleta de plata que puso en manos del Rey-niño y luego echó la primera paletada de argamasa. La paleta llevaba esta inscripción: "5 de septiembre de 1887. S.M. la Reina Regente utilizó esta paleta en el acto de colocar la primera piedra del monumento erigido al almirante don Antonio de Oquendo".


El notario señor Orendain leyó el acta que firmó en primer lugar la Reina, después la princesa de Asturias María de las Mercedes y luego, ayudada por su madre, la infanta María Teresa y a continuación los ministros y otras autoridades. La reina después cogió los cordones y soltándolos bajó la piedra al agujero previamente practicado. Pronunciaron unas palabras el alcalde don Gil Larrauri y el ministro de Marina Sr. Rodríguez Arias.


Detalle curioso: durante los discursos, el Rey-niño mostró deseos de tomar teta de su ama y ésta, sentada en una silla en la tribuna, dio el alimento al niño que sólo tenía quince meses de edad.


Siete años transcurrieron desde la colocación de la primera piedra del monumento a Oquendo hasta su inauguración. El escultor vergarés don Marcial Aguirre presentaba obras y presupuestos y la máquina burocrática marchaba lenta en su aprobación. Se abrió una nueva suscripción popular que aportó poco dinero, 4.108 pesetas y dos cuadros que ofrecieron don Antonio Pirala y don Miguel Altube para ser subastados. El informe de la Real Academia de Bellas Artes fue favorable al proyecto y se llegó a la recta final.


El escultor acompañado del concejal don Javier Luzuriaga marcharon a Barcelona, pues allí, en los talleres Masriera se iba a fundir la estatua. Cuando se iba a volcar la colada en el molde, se rompió éste, lo que hizo retrasar la obra. Pero el Ayuntamiento estaba decidido a inaugurar el monumento aquel verano de 1894 y se optó por colocar momentáneamente el modelo original en yeso pintado con una capa impermeabilizadora. La estatua definitiva se colocó el 18 de marzo de 1895, sin ceremonia de ninguna clase.


Pero vayamos a la inauguración oficial, que tuvo lugar el miércoles 12 de septiembre de 1894. Sobre una escalinata poligonal de piedra caliza azul, de Motrico, se alza el pedestal compuesto de piedra roja de Mañaria, de forma poligonal con cuatro pilastras angulares adornadas en sus frentes con los escudos en bronce de España, Guipúzcoa, San Sebastián y casa solariega de Oquendo y en las cuatro caras del zócalo hay bajo relieves en bronce que representan trofeos navales. Sobre el zócalo descansa el tronco del pedestal, y en dos nichos van dos figuras que representan a la Guerra y a la Marina y en dos plazas de mármol pueden leerse dos inscripciones, una en castellano y otra en vascuence, que dicen: "Al gran almirante don Antonio de Oquendo, cristiano ejemplar a quien el voto de sus enemigos declaró invencible. Dedica este tributo de amor la ciudad de San Sebastián, orgullosa de tan preclaro hijo. La Marmora. Pernambuco. Las Dunas. Don Miguel de Oquendo. Don Lope de Hocet. Don Martín de Valdecilla. San Sebastián 1577. La Coruña 1640".


La inauguración la presidió la Reina Regente Doña María Cristina acompañada del Rey-niño y sus dos hermanas. La reina vestía traje gris bordado con plata, las infantas color rosa y el rey iba de marinero. Tras el discurso pronunciado por el alcalde don Joaquín Lizasoain, éste entregó a la Reina el pergamino donde estaba el texto de aquél y puso en sus manos el cordón unido a la bandera que cubría la estatua. Tiró doña María Cristina, pero el cordón se rompió y la bandera, por efecto del viento, no caía. Tuvo que subir un hombre sobre el pedestal para retirarla.


En aquel momento, tres de la tarde, el crucero "Conde de Venadito", surto en la bahía, disparó los veintiún cañonazos y la banda de música interpretó la Ma Real. A continuación desfilaro: las tropas: fuerzas de desembarco de los cruceros "Alfonso XII", "Reina Regente" y "Conde de Venadito", de los regimientos de Sicilia, artillería de la plaza y regimiento de Valencia.


Por la noche se iluminó la estatua con luces de gas encerradas en bombonas de colores que formaban una guirnalda ofreciendo el conjunto un golpe de vista encantador.


Además de inaugurar el monumento al almirante Oquendo, la ciudad quiso rodear de calor popular la figura del marino donostiarra y organizó el sábado 15 de septiembre de 1894 una retreta que constituyó un auténtico acontecimiento al que se sumaron entidades públicas, sociedades aristocráticas y recreativas y las fuerzas militares y navales.


Salió la retreta a las ocho y media de la noche del campo de maniobras del Antiguo a fin de que desde los jardines del Palacio de Miramar pudiera ser contemplada por la familia real y su itinerario fue: La Concha, Zubieta, San Marcial, Loyola, Avenida de la Libertad, Oquendo, Pozo, Narrica, Iñigo y plaza de la Constitución, donde se disolvió. Las bandas de cornetas y tambores tocaban al unísono la retreta y piezas adecuadas a la fiesta.


El orden del desfile fue el siguiente: cinco soldados a caballo con farolas; escuadra de gastadores; banda de cornetas y música del batallón infantil; batallón infantil con farolitos de cristal; carroza de batallón infantil con trece celadores y un cabo con tulipas; carroza del Ayuntamiento; banda de música municipal; fuerzas de desembarco de la escuadra con su piquete de gastadores; carroza de artillería tirada por cuatro caballos; escuadra de gastadores, banda de cornetas y tambores y música de los regimientos de Sicilia y Valencia; carroza del ejército; carroza del Gran Casino; carroza del Círculo Vasco Navarro y treinta bomberos con hachas de viento. En ambos flancos de la retreta iban veinte marineros de la escuadra encendiendo bengalas en todo el trayecto.


Las carrozas que más gustaron fueron las del Gran Casino y la de Artillería. La primera constaba de una base de cuatro metros cuadrados sobre la que se asentaba la carroza propiamente dicha. Todas sus líneas iban trazadas con luces encerradas en bombas de cristal de diferentes colores. De cada ángulo superior pendía un racimo de globos de cristal iluminado. El número de bombas y por lo tanto de luces era de seiscientos. Además, la carroza iba iluminada interiormente, destacándose en el panel de frente la figura de Oquendo, en el posterior, el Gran Casino y en los laterales los escudos de Guipúzcoa y San Sebastián. La carroza la habían realizado los señores Macazaga, Gordón y Mendizabal.


La carroza de Artillería se componía de un avantrén y un retrotrén o cureña unidos. En el avantrén, sobre un medio sol de baquetas que llevaban en el centro una bengala, se destacaba otro sol completo en cuyo centro campeaban las armas españolas. El vehículo iba revestido de bayonetas y llevaba detrás dos banderas, una blanca y otra morada, la de Artillería. En la curaña, entre guirnaldas que sostenían varias bombas de cristal de colores, se alzaban dos conos de baquetas y bayonetas unidas por su base, y sobre la punta una granada simulada con su flama. En los ángulos, las banderas de las cuatro órdenes militares. Iba tirada la carroza por cuatro caballos y la había construido el señor Ruiz Feduchy.


Miles de personas, en una noche bonancible, presenciaron y aplaudieron la retreta con la que el pueblo donostiarra quería unirse al acontecimiento de la inauguración del monumento a Oquendo.


Fue un año después cuando se sustituyó la estatua provisional por la definitiva, sin que el hecho fuera rodeado de ceremonia de ninguna clase.












El batallón infantil

El acontecimiento del verano de 1894 fue el batallón infantil, ideado por don José Cárcer. Constaba de cuatrocientos muchachos de edades comprendidas entre los cinco y los doce años que formaban cuatro compañías. El Ayuntamiento aprobó un presupuesto de 22.000 pesetas y con ellas se compraron fusiles Mausser en miniatura, fabricados en Eibar y los uniformes que confeccionó un sastre militar en Pamplona. El uniforme era idéntico al que llevaban los miqueletes y constaba de poncho de paño azul, pantalón rojo, polainas de paño negro, boina encarnada, cartucheras y correajes negros. Y el fusi iba dotado de la correspondiente bayoneta,

De organizar e instruir a aquel pequeño batallón se encargó el teniente coronel Ortega, auxiliado por cuatro oficiales, algunos sargentos y cabos escogidos entre los de paciencia más acreditada. En el batallón formaban muchachos de todas las clases sociales, desde el asilado al hijo del capitán general Polavieja, desde el hijo de un humilde menestral al de un banquero.

Hacian instrucción dos veces al dia, por la mañana muy a primera hora, y al caer el dia, en un descampado que habia en el Antiguo, en la fabrica de botellas que alli tenia el señor Brunet. "Cuando hacen la instrucción de armas", escribia el periódico "La Voz de Guipúzcoa que se ocupaba extensamente del batallón, "no se oye más que un golpe al caer el fusil de madera que ahora manejan, cuando se manda alineación, rápidamente fornsan muy correctos y esto lo hace desde el cabo de gastadores hasta los guias de compañía que no pasan de diez".

La presentación del batallón fue en septiembre, pero dos meses antes comenzó la instrucción, Don Antonio Peña y Goi escribió tras verlos desfilar "Dos meses de trabajo incesante, de sujeción diaria, a que se han someti do sin chistar los La presentación del batallón tuvo lugar el 8 de septiembre de 1894, festividad de la Virgen del Coro, y el acto se desarrolló en la plaza de toros de Atocha, la de José Arana. A las tres y media de la tarde desfilaba el batallón por las calles de la ciudad que se encontraban llenas de gente para ver la marcialidad de aquellos soldados.

El hatallón constaba de su escuadra de gastadores, música, tambores y cornetas, un coronel y un teniente coronel a caballo, cuatro compañias, carro y viveres. La plaza estaba llera hasta la bandera y en les tendidos habis tantas mujeres como hombres.

A las cuatro en punto, al compás de una marcha militar, hacia su entrada en el ruedo el batallón infantil. Rompian la marcha la escuadra de gastadores, seguia la banda de tambores, luego la de cornetas, después la de música compuesta de veinte "profesores", muchachos aguerridos dirigidos por el "maestro" Guillermo Mújica. El tentiente coronel Ignacio Roca y el comandante Antonio Marti montaban briosos corceles seguidos del corneta de órdenes.

La primera compañía la mandaba el capitän Hernández, siendo tenientes Salazar y Arizmendi y segundos Cruz y Grillet. La segunda el capitán Arrúe y primeros tenientes eran Pérez y González y segundos Fuentes y Arrúe. La tercera, el capitán Martinez Anibarro, primeros tenientes Movellán y Valle y segundos Lagarna y Otero y la cuar ta el capitán Juaristi, primeros tenientes Usandizaga y Urquijo. Tras el batallón marchaba el médico Lataillade y el maestro armero. Y por último el carro de batallón con dos arrieros y una linda cantinera. El abanderado era Valle.

Hicieron diversos ejercicios, despliegue de compañías, presentación de armas y marcha real, lista y parte por compañías o revista de presente, oración, manejo de armas, marcha en columna de honor y por último esgrima.

Siguió el aurresku. Tres individuos del batallón tocaron el "thum-thum" ejecutando el baile tradicional diex miquéletes y doce niñas. Luego cada compañia cantó su himmo. La letra del himno dedicado a España comenzaba asi: "El sacro amor patriótico/ nos preste inspiración/ y con fervor un cântico eleve nuestra voz./ Cantamos de ale gria/ henchido el corazón joh, Patria! tus grandezas que nuestro orgullo son./ Tu historia, noble España, aliento nos dará que es luz que a nuestros pasos de guia servira/Bendiga Dios la Patria/ y neoja con fervor el grito įviva Españal de nuestro corazón".

La fiesta resultó preciosa y no se hizo ni monotona ni pesada. Duró hora y media y el público disfruto de un espectáculo original, agradable y entretenido. La familia real no asistió por haber recibido aquella mañana la noti cia del fallecimiento del conde de Paris.

El periódico comentaba: "No puede hacerse más con los niños que en su inmensa mayoría no tiene ni noción de musica y que sienten más entasiasmo por aprender la instrucción y la esgrima que por aprender a cantar himnos",

pequerios miqueletes, son dos meses robados a la holganza, a la travesura, al mal vagar, dos meses bien aprovechados, puesto que han servido para inculcar a los mozalbetes hábitos de obediencia y mostrarles las dificultades que pueden allarmarse con esas dos grandes fuerzas: la paciencia y la unión

El batallón constaba además de una banda de veinte hombres y veintiocho músicos y una banda de cornetas que ensayaban también a las mismas horas que sus compañeros los infantes. Cada compañía tenía su himno, uno dedicado a la Patria, misica del maestro José María Echeverría, letra de Angel Maria Castell, director de "La Voz de Guipúzcoa", otro a Euskal Erria, letra en vascuence de Antoroo Arzac, música del maestro Juan Guimón, el terce ro era el himno al rey, letra de Adolfo Comba, música de Antonio Peña y Goñi, y el cuarto a Oquendo, letra de Carmelo Echegaray y música del maestro Santesteban

Todo el mundo aquel verano hablaba del batallón infantil y tres periódicos de Paris, "Le Figaro", "Le Temps y "Le Petit Journal" se ocuparon del mismo, y el alcalde de San Sebastian, don Joaquin Lizasoain, recibió una carta desde la capital francesa solicitando el envío de un dibujo del uniforme que llevaban aquellos valientes soldados.












El Orfeón Donostiarra

" En la ciudad de San Sebastián y local de ensayos de la Banda Municipal, siendo las nueve de la noche del día 21 de enero de 1897, se reunieron todos los individuos que forman el "Orfeón Donostiarra" y el señor presidente interino dio cuenta de un oficio del Ilmo. Sr. Gobernador civil remitiendo aprobado el Reglamento orgánico por el que ha de regirse esta Sociedad.

Acto seguido manifestó que quedaba constituída la Sociedad coral euskara "Orfeón Donostiarra" e invitó a todos los socios a la reunión que ha de celebrarse mañana a la misma hora, para la elección de la Junta Directiva.

Y no habiendo más asuntos de que tratar, se dio por terminada la reunión. El Presidente interino Joaquín M. Baroja. El Secretario interino José Urtubi".


Estos son los primeros documentos que dan fe de que habla nacido el Orfeón Donostiarra.

Refiere Joaquin Muñoz Baroja las primeras andaduras del recién nacido Orfeón, que en los locales cedidos por la Sociedad Unión Artesana celebraba casi todas las noches los ensayos. Hasta que realizaron su primera salida ante público. A Mondragón le cabe el orgullo de haber sido pionero en la fabricación de acero y la satisfacción de asistir a la primera actuación pública del Orfeón Donostiarra. Fue el 7 de julio de 1896 cuando los maestros canto-res se enfrentaban a un público, y cuando cosecharon su primer triunfo

Los primeros componentes de nuestra masa coral eran veinte: Nemesio Saizar, Juan Cruz Barea, Enrique Otegui, Pedro Sopelarte, Emilio Hontenzy, Eduardo Biquendi, José Urtubi, Martin Usandizaga, Ignacio Mendiluce, Gregorio Saralegui, Rafael Arrieta, Javier Flores, Rufino Prodera, Avelino Barriola, Juan Olaondo, Lorenzo González, Valeriano Alzuga, Clemente Carril y los hermanos Valentin y Joaquin Muñoz Baroja. Había representantes de todos los gremios y actividades laborales de la sociedad: un charcutero, un secretario del Banco de San Sebastián, un con-serje de la Escuela de Artes y Oficios, el cocinero que elaboraba la mejor sopa de pescado de la que había memo-ria... Aquel dia cogieron el tren correo de las siete y media, llevando todos el distintivo de la boina encarnada y muchos alpargatas blancas. Se apesaron en Zumarraga y se dirigieron a Villarreal y alli, al pie de la estatua de Iparraguirre, el inmortal bardo, con las cabezas descubiertas entonaron su himno, "que fue escuchado por gran número de vecinos y todos los chiquillos de la escuela, cuyo profesor dio suelta a todos ellos, sin duda, en el momen to de vernos llegar a la plaza, a la que dimos aspecto de dia de fiesta", refiere Baroja.

Marcharon huego a Zumarraga donde en la fonda del Paraíso tomaron el "amarretako" y luego fueron a Mondragón. Era la primera vez que actuaban en público y cuando se hallaban en un tablado que se había levanta-do en la plaza, los nervios de todos estaban a flor de piel. Y comenzó el concierto. El repertorio del Orfeón era corto, pero lo tenían bien ensayado. Se componia de "Illunabarra", "Charmangarriya", unos "Coros suecos" con letra vas congada, "Ume eder bat", que cantado por el tenor Flores hubo de repetir a instancias del público, "Boga, boga!" y como múmero final el "Guernikako", que fue repetido

Por la noche fueron a Arechabaleta, donde se hallaban aquel dia los diputados provinciales y como escribió un cronista, "en un marco de extraordinaria belleza lograban convencer, con las más emotivas manifestaciones de sus bien timbradas voces, a los diputados y a las notabilidades del país cuân importante era el conseguir, con carác ter permanente, el sostenimiento de tal entidad, y se hacían, entre los más fervientes votos de nuevos y más rotun dos éxitos, las promesas de apoyo máximo al recién nacido Orfeón Donostiarra".

Al dia siguiente regresaron a San Sebastián. Desde entonces, el Orfeón ha ido mejorando llegando a ser la masa coral más conocida en España que ha cosechado trofeos en Europa y América. Resulta imposible recoger en unas cuartillas la vida artistica de nuestro Orfeón, orgullo de los donostiarras. Miguel Pelay Orozen escribió su historia en un extenso volumen y a él remitó al que desee conocer más datos de la vida de nuestra masa coral. Yo sólo voy a referiume a un aspecto poco conocido de ella, la compañía lirica que formó, con un "elenco" magnifico. Fue en 1933 y conto con la colaboración de "Los Cosacos del Don... Pio", coro formado por veintiún cantores escogidos y dirigidos por Sotero Irazusta. El director de escena era Gregorio Beorlegui y el maestro director y concertista, Juan Gorostidi

Cuando se anunció que en el teatro Victoria Eugenia iba a tener lugar la Semana del Orfeón Donostiarra, la curiosidad por conocer esta nueva faceta de nuestra masa coral desembocó en una extraordinaria expectación por asistir a las representaciones. Fue el jueves 4 de mayo de 1933 cuando se inició la Semana con la representación de "La casa de Quirós", comedia en dos actos que los artistas del Orfeón bordaron. Luego actuó el coro de "Los cosa cos del Don Pio", que ese día estrenaron uniforme y que cantaron con su gracia habitual.

Pero lo que la gente esperaba eran las zarzuelas y cuando se levantó el telón el viernes 5 para representar "Katiuska", no cabia un alfiler en el teatro. Según los críticos, la zarzuela de Soruzabal "fue representada con una propiedad que no podrán alcanzar más que nuy contadas compañías de zarzuela y de las mejores", Y se citaba a los actores y actzices que destacaron, a Laura Carasa, "que además de guapa tiene mucha gracia", a José María del Val, Encarnación Abad, Margarita Echepare, Paco García y nada digamos de Gregorio Beorlegui, actor hacia tiempo con sagrado. Y en el capítulo de los cantantes elogiaban a Pilar Garayalde, Victor Aguirre y a Aguirreche,

Los mayores elogios de los críticos se los llevaba María Elena Arizmendi que hizo una creación de la danza ucraniana "que puno de manifiesto el arte que esta señorita atesora".

El añbado se representó "El caserio y se repitió el éxito. Algunos actores se estrenaron con Guridi, como Ana María Fernández que hizo una deliciosa caserita, Linazasoro, buen actor y buen cantante, que tuvo que repe tir la romanza del segundo acto, José Luis Gurruchaga, director de la banda de música de Villafranca hizo el perso-naje de Santă desarrollando la parte cantada con maestria. El gran artista Marcial Otegui, que supo ser cómico sin caer en lo grosero ni en lo grotesco...

Las funciones se repitieron terminando el domingo con tres, a las cuatro "Katinska", a las 6,30 "El caserío y a las 10,30 "Katiuska" y en los entreactos "Los cosacos del Don Pio

Ternino estas breves lineas sobre nuestra incomparable masa coral con des juicios sobre ella. El primero del pintor José María Sert: "Un pintor no puede expresar con palabras lo que siento al oir al Orfeón Donostiarra dirigi-do por don Juan Gorostidi y por mi Falla al inaugurar San Telmo".

Y el otro del escritor y periodista José Maria Donosty: "No ha habido institución artística y cultural dones-tiarra que más haya contribuido al progreso y a la fama de San Sebastián que el Orfeón Donostiarra".












viernes, 20 de abril de 2012

Nace el Banco Guipuzcoano

A finales del pasado siglo, Guipúzcoa no tenía ningún Banco propio. Estaban las dos Cajas de Ahorros y sucursales de Bancos cuyas sedes centrales se hallaban en otras ciudades y se sentía la necesidad de tener una entidad de crédito propia.

Un grupo de donostiarras y bilbainos decididos a crear un Banco y tras los estudios y asesoramientos perti nentes, convocaron una reunión para el miércoles 6 de septiembre de 1899 en el Palacio de Bellas Artes de la calle Euskal Erria, "Para la constitución de un Banco sobre bases análogas a idénticos fines que el Banco de Bilbao y el de Comercio que con tanto éxito funcionan en la capital de Vizcaya Firmaban la convocatoria don Ignacio Mercader, don Felipe Ugalde, don Silvestre Lasquibar, don Ramón Machimbarrena, don Joaquin Lizasoain y Lizariturry y Reanla A la reunión asistió un elevado número de personas y el señor Mercader, que la presidió, expresó los beneficios que reportaria la creación de un establecimiento de crédito, cuyos servicios se podian extender al comercio y a la indus tria de toda la província. Se acordó por unanimidad la furidación del Banco Guipuzcoano con un capital de cinco millones de pesetas suscritas por 10.000 acciones de a 500 pesetas cada una. De estas acciones fueron suscritas por Felipe Ugalde y otros comerciantes de Bilbao 5.000. Se nombró una comisión para que llevase a cabo la suscripción de acciones y cumpliera los tramites administrativos precisos para la inscripción de la nueva sociedad. En el mismo salón se inscribieron noventa y siete personas cubriendo 2.799 acciones, quedando las restantes a disposición del público por deferencia de los concurrentes que muy gustosos hubieran suscrito el número total de acciones

Comentando aquella reunión, el periódico "La Unión Vascongada" escribía al día siguiente: "Sobraron las figuras de refumbrón, los brillantes discursos y las frases oratorias destacaron por su ausencia; no hubo discusiones acaloradas rú lirismos poéticos, pero en cambio en una hora de plazo se cimentaron bajo las más firmes bases los elementos cons tituyentes para la fundación de un "Banco Guipuzcoano" que verdaderamente responda a las necesidades del comercio y de la industria de Guipúzcoa". Y el periódico elogiaha la actitud de los promotores que trataron de poner en práctica. la idea mediante encarnación popular y no como actividad que se lleva a la práctica entre cuatro poderosos.

La comisión acordó hacer sola la inscripción de nombres y dividida después por las 2.799 acciones que se obligaban en el acto, dio un promedio de treinta acciones por individuo. Asimiamo acordó realizar operaciones de crédito, préstamos hipotecarios, anticipos a la agricultura, atención especial al comercio y a la industria....

Puesto en marcha el proyecto, el 16 de septiembre se atunciaba la suscripción pública para la adjudicación de 2.201 acciones de 500 pesetas que podía efectuarse en los escritorios de don Joaquin Lizasoain, Machimbarrena Hermanos, Silvestre Lasquibar y Cia, Feliciano Echeverría y Blary y Lizariturry y Rezola. Solamente podían suscri bir acciones los varones mayores de edad y las viudas y solteras también mayores, anunciandose que se adjudica rian a las peticiones de menor a mayor, procediendo a sorteo de las excedencias.

Hubo solicitudes para cubrir 13.051 acciones. De las solicitudes 6.849 correspondían a peticionarios de una sola acción y hubo que recurrir a un sorteo.

Suscritas las acciones fundacionales del Banco se convocó a junta general de accionistas para el sábado 7 de octubre de 1899 en el Palacio de Bellas Artes. Se aprobaron los estatutos de la entidad, se dio cuenta de cómo se habían cumplido los trámites legales para la constitución de la sociedad y se procedió a la elección del consejo de administración resultando elegidos los siguientes señores: don Ignacio Mercader, don Ramón Machimbarrena, don Feliciano Echeverría, don Manuel Lizariturry, don Paulino Inciarte, don Ignacio Arsuaga, don Francisco Letamendia, don Francisco Pradera, don Ramón Usabiaga, don Miguel Altube, don Florencio Diaz de Antoñana y don Faustino Eguía, siendo nombrados aupientes don Federico Oliván, don Alberto Ugalde y don Miguel T Laurnaga, y quedó constituido el Banco Guipuzcoano el dia 9 de Octubre de 1899, según reza la escritura pública redactada ese mismo dia.

Se publicó un anuncio en ke periódicos invitando a los propietarios de San Sebastián a presentar proposi ciones de venta de sus fincas en el escritorio de don Ramón Machimbarrena en la calle Garibay 15 y 17 y el 20 de octubre se daba cuenta del próximo concurso para la provisión de una plaza de contador, dotada con un sueldo anual de 4.000 pesetas, otra de secretario con 3,000 y otra de cajero con 4.000 pesetas al año, debiendo este ülti-mo prestar una fianza equivalente a 50.000 pesetas. Celebrados los concursos libres, las plazas fueron cubiertas así: contador don Alberto Carrión Garmendia, de Vitoria, que diez años antes habia ganado por oposición una plaza en la contaduría del Banco de Bilbao; cajero don Enrique Maestre, auxiliar de caja en la sucursal del Banco de España de San Sebastián, y secretario don Pedro de Unzurrunzaga Gómez, abogado, profesor mercantil, catedrático interi-no de legislación mercantil comparada en la Escuela de Comercio de Bilbao.

El 8 de diciembre anunciaba el Banco Guipuzcoano dos plazas de oficial, dotadas con el sueldo anual de 2.500 pesetas y cinco plazas de auxiliar con un haber anual de 1.500 pesetas, debiendo los aspirantes acudir al Palacio Provincial para los pertinentes exámenes los días 18 y 19, versando estos sobre teneduria de libros, aritmética y cál culo mercantil, correspondencia y logislación mercantil Y el Banco comenzó a undar cara al público teniendo sus primeras oficinas en el piso principal del número 4 de la calle de Legazpi

Se buscabo una sede amplia y digna para este nuevo Banco Gipuzсово у se iniciaron conversaciones con M. Eduardo Dupouy, propietario del hotel de Londres, sito en la manzana entre la Avenida y las calles Fuenterrabia, San Marcial y Guetaria. Se llegó a un acuerdo con el propietario para la venta de un pabellón, el de la esquina Fuenterrabia-San Marcial que fue derribado en octubre de 1900. Se pagó por 6 112.000 duros e inme-diatamente comenzaron las obras dirigidas por el arquitecto don Lais Elizalde. Se inauguró el nuevo edificio el lunes 7 de julio de 1902 y las oficinas estaban "montadas con todo lujo y con toda comodidad", según decían los periódicos.

Había comenzado su andadura el Banco Guipuzcoano en diciembre de 1899 y el 2 de febrero de 1900 hacia público su balance de situación al 31 de enero anterior con un activo y un pasivo de 11.262.197 pesetas. En junio esta cifra habia subido a 31 millones y el 30 de noviembre a 44 millones.

Comenzaba el Banco Guipuzcoano con buen pie.