La Diputación Provincial, dado el régimen foral que tenía Guipúzcoa, era corporación clave en orden a la administración de la provincia. Y su palacio uno de los que tenía más vida en orden a la política y a la reducida burocracia que entonces existía. Pero no se conservan muchos documentos sobre la sede de la Diputación, tal vez los numerosos incendios que ha sufrido la ciudad, los saqueos de que fue víctima en lances de guerra o el poco celo que pusieron nuestros antepasados sea la causa de que el estudioso de nuestros días se encuentre con auténticas lagunas cuando quiere investigar la historia de nuestros mayores.
Del actual palacio de la Diputación se sabe que su historia arranca de cuando el Ayuntamiento de San Sebastián adquirió del Estado los terrenos comprendidos en el antiguo campo de maniobras por el precio de 392.387 pesetas que debía pagar en ocho plazos. De los tres solares por edificar sitos en la plaza de Guipúzcoa, el del centro pertenecía a la Diputación y los dos laterales al municipio con destino a edificios públicos. El Ayuntamiento propuso al Gobierno que levantara sobre estos dos solares dos edificios con destino a dependencias del Estado, propuesta que fue aprobada por Real Orden de 7 de marzo de 1879. El arquitecto municipal don José Goicoa hizo el proyecto de los edificios cuyos solares presentaban en la plaza de Guipúzcoa una línea de 85 metros y de 20 metros a cada una de las calles de Andía y Peñaflorida, cerrando el otro lado de este rectángulo los medianiles de las Escuelas e Instituto y el patio central de la manzana. En el solar del centro se hallaba emplazada la Diputación de Guipúzcoa que tenía en su planta baja la Administración de Correos.
El solar sobre el que se construyó el edificio de la Diputación así como el que ocupó la Fábrica de Tabacos, en la misma manzana pero dando fachada a la calle Garibay, fueron cedidos a la provincia por acuerdo municipal de 26 de noviembre de 1865, como compensación de la parte del camino de Oriamendi, propiedad de la provincia, que pasó a formar parte de la zona de ensanche de la ciudad.
Los edificios destinados a Gobierno Civil y a Delegación de Hacienda fueron terminados el 3 de abril de 1883. Dos años más tarde se terminó el edificio de la Diputación, sin que conste la fecha exacta de entrega del edificio. Había costado 650.202 pesetas, sin contar el mobiliario. Pocos meses después, la noche del 25 de diciembre de 1885, fue pasto de las llamas, salvándose sólo las paredes exteriores. El incendio se inició en la atardecida y según refería "El Eco de San Sebastián", a las diez de la noche el fuego se manifestó con caracteres alarmantes, saliendo grandes llamas por tres de las ventanas del segundo piso del edificio, por la parte del patio. Se dijo que el fuego se debió a la ceniza de las chimeneas guardada en cajones de madera. Pronto adquirió grandes proporciones, intentando los bomberos atajarlo pero el agua por falta de presión no llegaba a lo alto. Se intentó salvar los documentos, muebles y cuadros trabajando para ello además de los bomberos los ingenieros militares, la dotación del cañonero "Tajo", soldados de infantería y paisanos. Como el fuego amenazaba correrse al Gobierno Civil y a la Administración Económica que ocupaban las dos alas del edificio, ya que las llamas eran empujadas por el viento, se tomó la determinación de poner a salvo los valores, documentación y muebles de estas dependencias. Las familias de los empleados que vivían en el edificio desalojaron sus hogares y procuraron salvar sus efectos.
A las doce y media se oyó un tiroteo: era el depósito de cartuchos de los miqueletes. El espectáculo era impresionante. Sobre el fondo rojo y brillante se recortaban las esculturas del frontón. El tejado, consumido en pocos minutos, se desplomó: la pérdida total del edificio era un hecho. La escalera principal era un montón de brasas y el fuego que había destruido el piso alto se adueñaba del inferior.
El alcalde, don José Machimbarrena, ante el desorden que reinó en los primeros momentos, acudió al coronel de ingenieros para que dirigiera los trabajos de extinción del fuego. El arquitecto municipal, don José Goicoa, autor del proyecto y director de la obra, intentó salvar con riesgo de su vida el salón principal. Los marineros del "Tajo" se distinguieron por la precisión de sus movimientos, consiguiendo subir rápidos donde los demás tropezaban. En las habitaciones inmediatas al archivo se quemaron 153 fusiles y 120 cartuchos de los miqueletes. El archivo quedó casi totalmente destruido. Allí se conservaba toda la documentación desde 1876, pues el antiguo archivo estaba en Tolosa. Todo el mobiliario de lujo se perdió, salvándose la bandera de los Tercios Guipuzcoanos, algunas espingardas y otros recuerdos de las guerras carlistas. Los fondos de la Administración de Hacienda fueron conducidos en hombros por una compañía del Ejército a la sucursal del Banco de España.
El incendio, que había comenzado a las nueve de la noche quedó dominado hacia las cinco de la madrugada y totalmente extinguido a la tarde. No hubo en los trabajos de extinción más que dos heridos leves.
El edificio estaba asegurado en 600.000 pesetas en La Unión y el Fénix Español. ¿Cómo era aquel edificio del que apenas quedan algunos testimonios gráficos? Gracias a una detallada descripción de Repullés y Vargas podemos saber algo de lo que fue por poco tiempo la sede de nuestra Corporación provincial.
Eran tres edificios que formaban un conjunto armónico en sus fachadas, siendo independientes por las plantas en su construcción y distribución. El centro como he dicho estaba destinado a Diputación, el de la izquierda mirando de frente a Gobierno civil y Telégrafos y el de la derecha a Administración económica, lo que luego se llamaría Delegación de Hacienda, y a Correos.
La fachada estaba dividida en tres partes bien distintas: la central, marcada por una salida sobre el plano general, formaba por sí un conjunto compuesto de dos pabellones laterales y un cuerpo central. Sobre la arcada general se encontraba un cornisamento que servía de apoyo a columnas exentas en el cuerpo central y adosadas en los laterales, estriadas, sobre pedestales y con las proporciones y decoraciones del orden corintio. Abarcaban en sus alturas estas columnas la de los pisos principal y segundo, y sostenían un entablamento completo, ricamente decorado y cuyo piso llevaba nombres de ilustres guipuzcoanos.
Los huecos del piso principal eran balcones con jambas, ménsulas y antepechos de balaustras de piedra, decorado de forma circular y triangular alternativamente. En el piso segundo había ventanas antepechadas con decoradas repisas. Los pabellones laterales de esta fachada central eran más ricos en su decoración y sobre el entablamento llevaban romanatos circulares, cuyo tímpano se llenaba con escudos, y sobre los cuales se asentaban unos pedestales alegóricos que sostenían grupos de estatuas.
En la parte central y sobre el entablamento había un ático decorado con pequeñas pilastras que correspondían sobre las columnas y medallones de alto relieve en los espacios intermedios, con bustos de los guipuzcoanos cuyos nombres iban escritos en el friso -Urdaneta, Elcano, Oquendo, Lezo y Legazpi- obra del escultor Marcial Aguirre. Sobre el del centro se elevaba un cuerpecillo de construcción ocupado por escudo de la provincia y la fecha de terminación del edificio.
Las fachadas de los laterales constaban de tres huecos decorados con pilastras del mismo orden y magnitud que las columnas. Sobre el cornisamento había una balaustrada de piedra, interrumpida en los centros de los pabellones por unos pedestales, y sobre ellos el escudo de España.
Del interior también tenemos unas ideas gracias a la descripción que de él hicieron Repullés y Vargas, que seguiré en este relato. En la planta baja se encontraba el vestíbulo principal. A la izquierda la oficina de tesorería y cuartelillo de miqueletes, y a la derecha la imprenta provincial. La puerta principal era de roble y estaba adornada en sus paneles con emblemas marítimos. En el medio punto que la surmontaba se hallaban esculpidas las armas de Guipúzcoa con sus correspondientes trofeos.
La escalera principal era de mármol, exornados los muros con pilastras corintias y jónicas de estucos imitando a mármol. Recibía la luz de seis grandes ventanas en las que estaban pintados los escudos de armas de España, de las cuatro provincias vasconavarras y de la ciudad de San Sebastián en cristales de colores. Flanqueaban el primer peldaño dos colosales Hércules de bronce tras los que había colocados dos espejos que producían un efecto magnífico. El barandado era de bronce al estilo renacimiento, campeando en el follaje las armas de España y de Guipúzcoa. En el descanso superior había una estatua de bronce sosteniendo en el brazo levantado un reloj eléctrico. El techo estaba pintado por Alejandrino de Irureta, representando alegóricamente la Administración rodeada de bajo relieves y pinturas.
En el piso principal estaba el gran salón de recepciones al que daba acceso la escalera descrita. Sus dimensiones de veinte por nueve metros, la riqueza de sus detalles y las pinturas que le adornaban hacían de él el mejor departamento del palacio. La puerta principal del salón, lujosamente decorada con cariátides, rompía el friso de nogal. Los muros estaban decorados con pinturas sobre lienzo en imitación de tapices antiguos y representaban dos de ellos el descubrimiento de Terranova por Juan de Echaide, hijo de San Sebastián, y la defensa de Cartagena de Indias por Blas de Lezo. En los costados había cuatro lienzos representando vistas de los cuatro partidos judiciales en que se hallaba dividida Guipúzcoa, que eran San Sebastián, Tolosa, Azpeitia y Vergara.
Entre los cinco balcones se habían representado los antiguos escudos de armas de Guipúzcoa y el escudo que se usaba entonces; aquellos con su cuartel en el que no figuraban los doce cañones que aparecían en éste; acompañaban a los escudos de armas los de los partidos judiciales, pintado todo ello por los hermanos Zuloaga. Un cornisamento de fuerte relieve completaba la decoración de los muros. En el friso del mismo y separados por ménsulas estaban esculpidos los escudos de armas de cada uno de los pueblos de Guipúzcoa con sus colores heráldicos correspondientes. El techo, pintado por Germán de Perea, mostraba una matrona que personificaba a Guipúzcoa rodeada de diversos grupos que representaban las artes, las ciencias, la navegación y la industria y en los laterales la justicia y la historia. Había además frisos pintados en lienzos con arabescos de estilo renacimiento, ricas molduras, guirnaldas de laurel y roble...
El salón de recepciones tenía comunicación con dos salitas. También allí el buen gusto daba un sentido de noble dignidad al conjunto. Los muros de estas salitas se hallaban revestidos con lienzos ornamentados de arabescos de fondo rojo en uno y oro en otro, teniendo cada uno una monumental chimenea de roble, decoradas con porcelanas. En el saloncito de la derecha había en el techo tres medallones pintados por Alejandrino de Irureta: en el del centro estaba representada una matrona que sostenía el escudo de Guipúzcoa defendido por Hércules y los laterales representaban uno a Minerva enseñando a un niño y el otro una alegoría del trabajo. El techo de la izquierda lo pintó Germán de Perea y representaba a unos niños jugando. El rico mobiliario de todos estos salones correspondía a la decoración empleada y daban al conjunto armonía y carácter.
En el segundo piso se hallaba el salón de sesiones, de 11,86 por 8,47 metros y estaba decorado con gran lujo, teniendo cubiertos sus muros por los siguientes cuadros: una Purísima Concepción, copia de Murillo del pintor guipuzcoano Eugenio Azcue, un San Ignacio de Loyola del mismo autor; la Asunción de la Virgen de autor desconocido; una santa mártir con la palma en la mano izquierda, de Rizzi; David con el profeta, de P. Costona y Santo Domingo representado en un paño y presentado por una joven a la Virgen, de Mayno, donados por el Ministerio de Fomento para la formación de un museo provincial. En este piso estaban varios despachos, entre ellos los del presidente y vicepresidente y los de las comisiones, decorados con sumo gusto.
Don José Colás y Goitia que describió el palacio dijo como colofón: "Tal era el monumento que el fuego destruyó parcialmente, con gran sentimiento de todos los guipuzcoanos y de los amantes de las artes en cualquiera de sus manifestaciones. Cuantiosos gastos representa la parte devorada por las llamas y numerosos sacrificios han tenido que imponerse el país para restaurar en su primera grandeza y suntuoso lujo el palacio de su Diputación provincial".
La inspiración y el buen gusto del arquitecto donostiarra don José de Goicoa y Barcaiztegui se puso de manifiesto en el Palacio de la Diputación, cuyos planos hizo y cuyas obras dirigió. Esta fue una de sus obras más importantes, pero a lo largo de su carrera, que va desde 1869 a 1911 en que falleció, hizo otras muchas entre ellas el Palacio de Bellas Artes de la calle Euskal Erría, las iglesias de San Ignacio y el Antiguo, las fachadas de las casas de la plaza del Buen Pastor, las escuelas del Ensanche Oriental, el mercado de San Martín... donde brillaron sus dotes
de artista.
Tras el incendio de aquel palacio, se pensó en reconstruir todo su interior, conservando la fachada respetada por el fuego. Se anuncia un concurso de proyectos que es declarado desierto y en mayo de 1887 se otorga el proyecto del interior a los arquitectos señores Aladrén y Morales de los Ríos, que acababan de dar elocuentes pruebas de su genio constructor en el edificio del Gran Casino que se inauguraba el 1 de julio de 1887, con el asesoramiento del arquitecto provincial don Manuel Echave. Aprobado el proyecto, salen a concurso las obras que se adjudican al contratista don Domingo Eceiza en la cantidad de 170.996 pesetas. El 24 de febrero de 1890 habían terminado las obras reuniéndose en esa fecha por vez primera los diputados en el nuevo palacio.
La fachada al no haber sido destruida por el fuego quedó prácticamente igual que la anterior. La puerta principal daba acceso a un gran vestíbulo de donde arranca una escalera de honor. A la derecha del vestíbulo estaba antaño el cuerpo de guardia de los Miqueletes, tropa foral que subsistió hasta la guerra civil, y a la izquierda se hallaba la sala de quintas y la Caja de Ahorros de Guipúzcoa. Hoy estos espacios tienen otros destinos.
La escalera de honor es de mármol de Carrara y baranda de bronce, recibiendo la luz de un ventanal cerrado por una artística vidriera de colores, vidriera de gran mérito artístico que representa la jura de los fueros por rey Alfonso VIII en el año 1200 y en cuya orla aparecen los escudos de los pueblos de la provincia. La vidriera, de 8,35 por 5,20 metros, está hecha en el año 1900 por la Casa Mayer, de Munich, sobre un cartón del pintor José Echenagusía.
La cúpula que remata la escalera de honor tiene el techo pintado por don Alejandro Irureta, representando "La Fortuna de Guipúzcoa".
En la planta noble del edificio se halla el salón de recepciones, el salón de la Reina con un retrato de Doña María Cristina de Habsburgo, obra de Elías Salaverría; el salón de sesiones con un retrato del Rey don Juan Carlos, obra de Ana María Parra, el despacho del presidente, el salón de Gobierno, los despachos de los diputados y secretario y capilla con un lienzo de Elías Salaverría que representa a San Ignacio de Loyola.
Pero para llegar a esta actual distribución hubo que realizar dos ampliaciones del edificio. El Palacio de Indo, sito en la calle de Oquendo donde actualmente está la Delegación de Hacienda, era propiedad de los herederos de la marquesa viuda de Bellamar, y querían enajenarlo. La Diputación consiguió del Gobierno una permuta: nuestra Corporación provincial compraba el palacio y se quedaba con la parte del edificio de la plaza de Guipúzcoa que ocupaba el Gobierno civil, que se trasladaba a la calle de Oquendo. Tasado el palacio en 350.000 pesetas y en 310.000 el Gobierno civil, se llegó a un acuerdo, realizando la Diputación diversas obras de acondicionamiento. La permuta tuvo lugar el 18 de abril de 1911.
La segunda permuta se realizó poco después, pues las oficinas de la Caja de Ahorros Provincial en plena expansión exigían mayor espacio. Tras el papeleo correspondiente, tasaciones, permisos, etc. el 7 de noviembre de 1918 se autoriza por el Gobierno la permuta y poco después la Delegación de Hacienda se instalaba en la plaza de Lasala y quedaba para la Diputación el edificio completo de la plaza de Guipúzcoa.
Con posterioridad ha habido modificaciones en el interior del palacio y la más importante ha sido la de la Caja de Ahorros, que se trasladó a la calle Garibay ocupando lo que antaño fue fábrica de tabacos, Correos y escuelas.
El palacio, situado en una de las plazas más bonitas y mas cuidadas de la ciudad, con su siglo de vida a cuestas sigue siendo de los que tienen un mayor empaque y señorío.
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