No he encontrado muchas noticias sobre cuándo comenzó a funcionar el servicio de Correos en San Sebastián. Sabemos que fue a finales del siglo XVI cuando quedó oficialmente constituido en nuestra ciudad el servicio de Postas y al comenzar a funcionar las diligencias en 1816, aquí llegaban de varias compañías y una de estas era la que transportaba el correo cuya oficina estaba en la calle Narrica, nº 22, casi frente a San Vicente.
Al crecer la ciudad y aumentar el número de sus habitantes, la sede de Correos se quedó pequeña y tras levantarse el edificio de la Diputación en la plaza de Guipúzcoa se completó la manzana instalándose en ella el Instituto Provincial de Segunda Enseñanza, la fábrica de Tabacos, unas escuelas y la central de Correos, sita en la esquina de las calles Garibay y Andía que funcionó hasta 1955 en que se trasladó a su sede actual, en la calle Urdaneta donde hasta entonces había estado la Escuela de Artes y Oficios.
Esta Escuela fue creada por iniciativa del teniente de alcalde del Ayuntamiento donostiarra don José Olano en 1879 y la inauguración oficial, instalada provisionalmente en el Instituto Provincial, tuvo lugar el 1 de enero de 1880 en un solemne acto en el que hablaron el director de la misma, don Nicolás de Bustinduy y Vergara y el citado señor Olano.
Desde el primer día, la Escuela tuvo gran aceptación en San Sebastián así en el año de su inauguración contó con 146 alumnos. El curso siguiente se estableció una sección de dibujo para señoritas, matriculándose 44 alumnas para seguir las clases. En el curso 1884-85 la matrícula alcanzó 233 alumnos y 91 alumnas. Entre sus primeros alumnos figuraba Elías Salaverría, que desde Lezo donde vivía venía diariamente a clase andando.
Al suprimirse en 1885 los estudios mercantiles que se daban con carácter oficial en el Instituto, el Ayuntamiento donostiarra, a sugerencia del claustro de profesores de la Escuela de Artes y Oficios, aprobó una reorganización de los planes de estudio de ésta, que a partir de entonces comprendió tres secciones: la de Artes Industriales y de Construcción, la de Bellas Artes y la de Comercio. Esta última comprendía tres cursos en los que se impartían clases de aritmética, geografía estadística, teneduría de libros, economía política y derecho mercantil, prácticas de contabilidad, francés e inglés. De aquellos primeros años son los profesores, además del citado señor Bustinduy, don Adolfo Comba, don Fermín Barech, don Antonio Gorostidi, don Dimas Albarellos, don Sebastián Camio Lecuona, don José de la Peña García Borreguero, don Antonio Gorostidi, don Andrés García Elustondo, don Raimundo Menéndez Orra, doña María Arango, don Marcos Soraluce, don Rogelio Gordón, don Antonio Gargallo...
De épocas posteriores son don Ubaldo Usunáriz Berant, don Adrián Besné, don Antonio García Albisu, doña Josefa Rodríguez Terrer, don Eugenio Gil de Montes Artola, don Luis Ormaechea Lizaso, don Luis Ezcurdia Elola, don Eusebio Zuloaga de la Prida, don Matías Beristain Arzac, don José María Tejada...
La vida de la Escuela, tanto por la calidad de las enseñanzas que se daban en sus diversas secciones como por el número de alumnos que acudían a ellas, dejó sentir sus efectos en la ciudad y hasta agosto de 1944 en que se clausuró fueron miles los muchachos que por sus clases pasaron y que se beneficiaron de las lecciones allí aprendidas.
En la Memoria que se leyó en la apertura del curso escolar 1905-1906 se decía, entre otras cosas: "No puede negarse la existencia en el seno de las masas estudiantiles de una mala levadura que provoca el desorden y la rebelión sin que basten en ocasiones a contenerlas las medidas de previsión adoptadas que son inherentes en estos casos. Nada más lejos de nuestro ánimo que coartar, contener o reprimir las libertades y arranques del espíritu, pero ¿no es triste y lamentable que se vean gastadas las energías latentes indebidamente por motivos baladíes, faltando en cambio en otros momentos solemnes y de indudable trascendencia, que son cuando deben manifestarse en toda su grandeza y poderío? Es evidente que con el desorden y perturbación por sistema, sin más objeto que la misma perturbación y desorden, se volvería a un estado de barbarie, reñido con el único adelanto posible, el natural y colectivo; debe pues semejante tendencia combatirse y condenarse".
Tras la lectura de estos párrafos, dijérase que los estudiantes de nuestra Escuela de Artes y Oficios eran indisciplinados y rebeldes, cuando era todo lo contrario a juzgar por los datos contenidos en la citada Memoria. Pero aquellos profesores querían ponerse la venda antes de la herida, por lo que se ve. Pues el hecho es que en la apertura del nuevo curso, que tuvo lugar el 2 de octubre de 1905, y que fue presidida por el alcalde marqués de Rocaverde, los datos que leyó el secretario del centro, señor Peña Borreguero, probaban cómo las clases populares llenaban materialmente las aulas y el número de alumnos crecía cada año, pues si en el curso escolar 1903-1904 fueron 873 los matriculados, en el curso 1904-1905 se rebasó esa cifra alcanzando la de 933, obligando a cerrar la matrícula por resultar insuficientes los locales. Y las notas dadas no reflejaban sino aplicación.
Los 933 inscritos se repartían en tres grupos de enseñanza: sección industrial 445, sección artística 306 y sección comercial 182. Por edades, los alumnos de doce a quince años era 427, de quince a veinte eran 371 y 135 de veinte en adelante. De las 933 inscripciones citadas terminaron el curso 657, es decir cerca del sesenta por ciento y fueron examinados 453 mereciendo las siguientes clasificaciones: sobresaliente con premio 86; notable, que daba derecho a matrícula gratuita para el año siguiente, 117; buenos, 186 y aprobados 64. No había suspensos por la práctica seguida en el centro de no permitir examinarse a aquellos alumnos que no estaban en condiciones para ello, pues el permiso escrito del profesor era exigido para adquirir en secretaría la consiguiente papeleta de admisión.
Funcionaba también una sección de alumnas, que en el curso 1904-1905 registró 187 inscripciones. De estas alumnas terminaron el curso 173, es decir el 92 % y se examinaron 152 obteniendo estas calificaciones: sobresaliente con premio 40; notable 55; bueno 48; y aprobado 9. Las chicas acudían a horas distintas y en lo posible a locales diferentes de los chicos. Se decía en la Memoria citada que la mujer manifestaba mayor constancia y asiduidad, tomando con mayor empeño su propósito y poniendo mayor amor propio.
Era tal el número de alumnos que acudían a las clases de la Escuela de Artes y Oficios que el espacio que ocupaba en la calle de Andía, junto al Instituto Provincial de Segunda Enseñanza resultaba insuficiente para el desarrollo de la actividad académica. Al trasladarse el Instituto en 1900 a la plaza del Buen Pastor, parecíase iba a solucionar el tema del espacio, pero no fue así pues parte de lo que había sido Instituto fue ocupado por la Biblioteca y el Museo.
El Ayuntamiento se decidió a construir un nuevo edificio para la Escuela en la manzana situada entre las calles Urdaneta, Isabel la Católica, Sánchez de Toca y Fuenterrabía, junto al Instituto, completando así con dos edificios nobles la plaza del Buen Pastor. Se anunció el concurso de proyectos, señalándose que el coste total de la construcción no podía rebasar la cantidad de 425.000 pesetas. Se presentaron trece anteproyectos y el jurado, que presidía el alcalde marqués de Rocaverde y del que formaban parte los arquitectos municipal y provincial señores don José de Goicoa y don Manuel Echave, el director de la Escuela don Rogelio Gordón y tres arquitectos elegidos por los propios concursantes, emitió su fallo en enero de 1906, eligiendo los anteproyectos de don Enrique Martí y Perla, de Madrid; don B. Romás, de Vigo; y don Domingo Aguirrebengoa y don Juan R. Alday, de San Sebastián. Tres meses después tenían que presentar el proyecto definitivo y sobre él fallaría el jurado. Este el 26 de abril de 1906 eligió el proyecto presentado por el señor Aguirrebengoa, condicionado a introducir algunas modificaciones. Realizadas éstas, fue el proyecto de este arquitecto el que se llevó a cabo.
La primera piedra del nuevo edificio se colocó el 11 de abril de 1907, y el acto revistió gran esplendor asistiendo el Ayuntamiento en corporación con el alcalde marqués de Rocaverde, el gobernador civil marqués de Velilla de Ebro, el gobernador militar general Chacón, vicepresidente de la Diputación señor Zavala, claustro del Instituto con su director don Paulino Caballero, claustro de la Escuela de Artes y Oficios, comisiones de diversos centros de enseñanza, etc. El solar estaba adornado con banderolas, mástiles y gallardetes, habiéndose improvisado en el centro un altar. A la izquierda de éste se había preparado el lugar donde iba a colocarse la piedra, la cual, adornada con cintas de los colores nacionales y de la matrícula de San Sebastián, pendía de una grúa de mano con que había de hacerse descender aquélla.
El párroco del Buen Pastor, don Martín Lorenzo de Urizar, ayudado de dos coadjutores, bendijo el sitio donde iba a ser colocada la piedra, así como ésta con arreglo al ritual. Se procedió después a firmar el acta por las autoridades, dando fe el notario don Santiago Erro. Luego se cerró una cajita en la que se habían introducido el acta, los periódicos del día, varias monedas, etc., cajita que fue colocada en la base de la piedra, siendo ésta descendida al suelo después de echar el alcalde unas paletadas de cal.
Pronunció unas palabras el alcalde, aludiendo a la constante preocupación del Ayuntamiento por la extensión de la cultura, elogiando al arquitecto autor del proyecto. Y con ello acabó el acto.
Las obras terminaron el 4 de octubre de 1909 habiendo costado 404.900 pesetas. El edificio ocupaba una superficie de 1.830 metros cuadrados siendo de planta centrada en torno a dos patios, estando la fachada principal en la calle Urdaneta, en la trasera de la parroquia del Buen Pastor. La piedra utilizada era arenisca, de las canteras de Igueldo. En el cuerpo central tenía un balcón corrido con un frontón central y un escudo y en los laterales los balcones tenían hojas y palmas habiendo en las ventanas superiores unas pequeñas pilastras. La cornisa estaba rematada por pináculos y escudos situados en el centro de las mansardas de la cubierta.
En los sótanos del edificio estaban los talleres de carpintería, con ocho bancos con material propio del oficio; electrotecnia para la enseñanza de la electricidad, mecánica con taladrador, cepilladora mecánica, torno, etc; análisis para los productos químicos y preparación de tintes; vaciado y talla para el modelado y vaciado de los trabajos en las clases de dibujo de adorno, ornamentación y estilo.
En la planta baja había dos patios simétricos con bancos corridos para que los alumnos pudieran esperar la hora de las clases. En esta planta estaban las clases de física y química, higiene, esterotomía, geometría y dibujo aplicado, flores y corte, talla, museo de mecánica, gabinete de física, museo industrial, comercial y legislación mercantil con mecanografía. En el primer piso se hallaban las clases de teneduría de libros, aritmética, francés, inglés, cuarto para material artístico, sala de profesores, secretaría, dirección, salón de actos y biblioteca. En el segundo estaban las clases de dibujo lineal, de adorno y de figura en tres salas separadas.
El Museo y Biblioteca se hallaban en las plantas principal y segunda con entrada independiente por la calle de Fuenterrabía, estando algunas salas de pintura en la planta segunda.
El fluido eléctrico de la Escuela se producía por el mismo taller de electricidad, habiendo hecho la instalación los alumnos dirigidos por el maestro de taller. Como novedad, en algunas clases se había dado a los mecheros una disposición especial, invertida para que la luz reflejara en el techo y descendiera como verdadera luz cenital, difusa, igualmente repartida por toda la estancia. Este sistema tenía, además, ventajas económicas pues se obtenía la misma intensidad luminosa con muchos menos focos y con mucho menos gasto. El director de la Escuela, don Rogelio Gordón, había realizado un viaje al extranjero y visitado centros, tomando buena nota de las novedades que observó.
La inauguración de la Escuela tuvo lugar el jueves 21 de octubre de 1909, a las 7 de la tarde. En la escalera principal se hallaba el director, todo el personal de profesores, maestros de taller, el alcalde don Jorge Satrústegui y los concejales señores Bermingham, Vega de Seoane, Carasa, Alonso, Camio, Múgica y Santo Domingo que recibieron a los invitados, gobernador civil marqués de Velilla de Ebro, presidente de la Diputación señor Carrión, de la Audiencia señor González Ruiz, catedráticos del Instituto y otras personalidades.
En el acto hablaron el alcalde, gobernador civil y el presidente de la Diputación y luego todos los invitados recorrieron el nuevo edificio.
La inauguración del curso fue al día siguiente. La matrícula rebasó la del año anterior que fue de 912 alumnos. La inauguración del Museo y la Biblioteca fue semanas después.
La vida de la Escuela, tanto por la calidad de las enseñanzas que se daban en sus diversas secciones como por el número de alumnos que acudían a ellas, dejó sentir sus efectos en la ciudad y hasta agosto de 1944 en que se clausuró fueron miles los muchachos que por sus clases pasaron y que se beneficiaron de las lecciones allí aprendidas. Su sede, sita en la calle de Urdaneta (donde al ser clausurada la Escuela se instaló Correos y Telégrafos), que también albergó durante bastantes años la Biblioteca Municipal hasta su traslado a San Telmo, fue un centro cultural y técnico del que salieron miles de alumnos que gracias a las enseñanzas allí recibidas pudieron ocupar después cargos en empresas industriales y comerciales diversas. El día que la Escuela de Artes y Oficios cerró sus puertas, un capítulo de la vida de San Sebastián terminaba. Un capítulo entrañable, muy querido por los donostiarras algunos de los cuales con sus fundaciones generosas premiaban a los alumnos del centro. La Escuela de Artes y Oficios es ya un eco lejano del San Sebastián de ayer.
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