viernes, 20 de abril de 2012

Del hipódromo de los Juncales al de Lasarte : El hipódromo de Lasarte

"Los Juncales" llevaron una vida lánguida pero durante los años que duró fomentaron en San Sebastián la afición a las carreras de caballos. Y cuando el primer ministro francés G. Clemenceau cerró los hipódromos de su país pues ardía la guerra en Europa y las tierras mártires de nuestro continente conocían las batallas, la destrucción, la sangre y las muertes, y le parecía mal que mientras los hombres de la Vendée, de Aquitania, de Normandía o de Córcega luchaban en las trincheras se celebraran carreras de caballos y hubiera apuestas y pasión por la rivalidad hípica, se pensó en nuestra ciudad en abrir uno para que pudieran venir aquí las cuadras del vecino país. El Gran Casino, en uno de los momentos más brillantes de su historia, fue el promotor de la idea a la que se sumaron las fuerzas vivas y diversas personalidades donostiarras.


Se eligieron los terrenos de Lasarte para el nuevo hipódromo y el 1 de marzo del año 1916 comenzaron las obras y en un auténtico récord el 2 de julio se inauguraba. Olasagasti y compañía realizaron un verdadero milagro. Para poder explanar la pista y levantar edificios hubo necesidad de hacer unos desmontes de 24.000 metros cúbicos de tierras. En aquel lugar, que pronto se haría famoso, se levantó el hipódromo, todo él en terrenos de San Sebastián.


Se hizo un acceso para los automóviles, que desde Lasarte pasando por un puente de cemento, llegaban por una carretera hasta la planicie capaz para 400 coches, donde estaba la entrada del hipódromo. También se podía ir desde San Sebastián en tranvía o en el ferrocarril de la Costa, los espectadores de localidades de preferencia entraban directamente desde el aparcamiento de coches y los de general iban por un nuevo camino hecho detrás del pesaje y del stand, entrando por otra puerta.


Estaba en primer término del recinto la tribuna real que constaba de una planta baja con un voladizo de cemento armado, un "hall", un comedor y los servicios higiénicos. Una escalera de mármol conducía al piso superior donde había un salón y dos terrazas al aire libre.


Cerca estaba el edificio del pesaje, con una sala donde se pesaba a los jockeys, dependencias de la administración, sala de jockeys, enfermería, duchas, etc. Adosada a este edificio había una oficina para las apuestas.


Frente a la pista se hallaba una tribuna para el público de preferencia. Era de hierro y cemento con graderías y acceso a la terraza superior. Su capacidad era para dos mil espectadores. A continuación había un stand, especie de cobertizo, para la exposición de caballos y una pequeña tribuna para los entrenadores.


La pista no era de césped como la de los hipódromos españoles, franceses y algunos ingleses, sino "a la americana", con piso de arena oscura, ligeramente apisonada para que penetraran los cascos de los caballos. Se emplearon en ella ochocientos vagones de arena transportados de Deva. Toda la pista tenía verja de hierro o madera formando una elipse, y la cuerda interior que estaba al lado opuesto de las tribunas tenía 1.525 metros de largo y la exterior 2.100 metros.


Para desecar el terreno pantanoso hubo necesidad de construir dos kilómetros de alcantarillas con salida al río Oria, que corre paralelo a la pista en la parte opuesta a las tribunas. Y para dotar de agua al hipódromo se tendió una tubería de hierro de 70 milímetros desde un manantial próximo.


Cerca del hipódromo se hizo un edificio para treinta cuadras y para las dependencias de los guardianes, y dentro del hipódromo había otro con treinta y cinco cuadras, y algo más alejado el mayor con ciento tres "box". Había además veintiséis cuadras en una finca próxima a la estación del ferrocarril de Lasarte, dieciséis en otra finca, siete en otra y veintidós en Lore Toki, donde estaban los caballos del Rey.


Cada "box" tenía un espacio de cuatro metros en cuadro y servía para un solo caballo. Tenía una gruesa capa de paja que llegaba hasta el corbejón de los caballos y un pesebre. El agua se la daban en cubos. Una ventana de ventilación guarnecida de tela metálica se abría en cada "box".


En cada grupo de cuadras había habitación y cocina para los guardianes y allí solían guardar sillas, bridas, estribos, "galápagos", mantas, etc. El total del número de cuadras era de 232, pero se tuvieron que abrir más pues el número de caballos pronto llegó a rondar los trescientos.


El hipódromo cambió la vida tranquila de Lasarte, pues el número de personas que trabajando en él fueron a vivir al pueblo rondaba las trescientas. Se abrió un restaurante de París que comprometió cien camas.


Los primeros caballos extranjeros que llegaron fueron los de los millonarios Vanderbilt y Cohn, 27 del primero y 25 del segundo. Por cierto que la primera víctima registrada en el hipódromo fue el caballo "Chiberti", de la cuadra de Vanderbilt, que en un entrenamiento el día 26 de junio descabalgó al jinete, el jockey Mitehall, y luego dio una voltereta, desnucándose.

















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