jueves, 28 de junio de 2012

De la Posta a las diligencias

Pocos servicios más importantes y del que se benefician todos los ciudadanos como el de Correos. Los hombres de la Posta, ese numeroso ejército que llega con sus mensajes hasta la más apartada aldea, son los correos que nos traen las noticias de los familiares alejados de nuestro hogar y hacen posible que lleguen a manos de los parientes y amigos las nuestras. Todos los días del año, bajo el sol de la canícula, el cierzo del invierno o las lluvias de primavera, los servicios de la Posta, un anonimato colectivo y muchas veces sufrido son los depositarios de cartas y paquetes que entregan puntualmente a los destinatarios. Vaya para todos ellos en estas líneas el homenaje a quienes realizan un trabajo constante, muchas veces mal apreciado y cuyos fallos, que se producen como en toda labor humana, solemos criticar duramente.

La Posta se implantó en nuestra ciudad el 17 de diciembre de 1590, fecha en la que quedó constituido en San Sebastián el servicio de Postas. A finales del siglo XVI el camino real no pasaba por San Sebastián y mientras había un correo mayor en Irún-Uranzu, no lo tenía nuestra ciudad que por tanto no disfrutaba de una Posta regular. Un donostiarra, don Juan de Argarate se personó ante el Ayuntamiento en 1581 con la propuesta de que la posta que iba de Irún por Astigarraga pasara por San Sebastián, lo que "sería de gran comodidad para sus vecinos y en cierto modo daría prestigio a nuestra villa”. El Ayuntamiento ofició nada menos que a don Juan de Idiaquez, secretario y consejero del Rey Felipe II, para que obtuviera las pertinentes licencias del correo mayor del Reino, don Juan de Tarsis, a fin de poner la Posta "en los arenales de esta villa con esta condición: que queden sus vecinos y los de su jurisdicción en libertad de poder enviar peones y personas por sus negocios, sin que a tales peones y personas les lleve el maestro de Posta derecho alguno, ni sean obligados a pagárselos en razón de las jornadas que hicieren, sino que los que quisieren de su voluntad acudan al maestre de Posta con cartas y despachos, quedando los demás libres de encaminarlos por la vía que les pareciere”.


San Sebastián era ya entonces una villa mercantil importante y los comerciantes donostiarras mantenían correspondencia con muchos puntos de España y de fuera de ella y se tropezaban con dificultades y dilaciones a la hora de hacer llegar a sus corresponsales sus mensajes. De ahí que el Concejo trabajase en las más altas instancias para dotar a la villa con un servicio regular, seguro y rápido de postas.


Pero las cosas de palacio van despacio y lo que el Ayuntamiento solicitaba el 9 de enero de 1581 no fue realidad hasta nueve años después. La burocracia nunca ha sido rápida y había, además, intereses en favor de determinadas personas, lo que demoró la solución de lo que aquí se había pedido.


Nuestro Concejo quería que establecido el servicio de la Posta en nuestra villa, el cargo de maestre de posta recayera en un donostiarra, en don Juan de Argarate que había sido quien instó a nuestros ediles para que obtuvieran de las altas instancias la concesión. Pero el correo mayor del Reino, don Juan de Tarsis, quien nombraba al maestre, en cartas que escribió a don Juan de Idiaquez daba a entender que tenía inclinación por Juan de Arbelaiz, correo mayor de Irún, cargo en el que había sucedido a su padre don Jacobo. Estos cargos eran lucrativos y de ahí que hubiera recomendaciones y presiones de diversa índole. La familia Arbelaiz disponía de postas y caballos y podía prestar inmediatamente el servicio que los donostiarras pedían.


Queda nombrado por fin el irunés Juan de Arbelaiz y de ello se da por enterado el Ayuntamiento donostiarra con fecha 1 de marzo de 1584 y así puede leerse en el acta correspondiente que "los señores del Concejo dieron haber visto el título y nombramiento de Juan de Arbelaiz en el oficio de Correo Mayor y Maestre de Postas de esta villa", pero en el mismo documento puede verse cómo los concejales donostiarras no eran partidarios de los monopolios y hacen constar que los vecinos de la villa podrán "poner, encaminar y enviar sus cartas y despachos de los correos y peones que ellos quisieren, y a las partes y lugares que quisieran, sin que el dicho Arbelaiz ni otra persona se lo pueda impedir, ni pueda quitárselos ni estorbáseles".


Debieron surgir dificultades pues pese al nombramiento mencionado es años después, el 17 de diciembre de 1590, cuando Juan de Arbelaiz se presenta ante nuestro Ayuntamiento y declara que "conforme a lo que le había ordenado don Juan de Tarsis, Correo Mayor de Su Majestad, él quiere poner en esta villa persona que tenga cuenta y cuidado de despachar dos ordinarios por semana, que vayan de esta villa a la de Vitoria los martes y viernes, con las cartas e despachos que los vecinos de esta villa quisieran enviar; y quiere dar a esta villa conforme a lo que dicho Correo Mayor le ordena, toda la satisfacción e contento; e para esto asistirá al presente en esta villa, tomando casa e señalándola, para que por sus días asista en dicha villa, él o la persona que hiciere el oficio de Correo Mayor en su nombre en la villa de San Sebastián, para que se acuda a ella por sus vecinos y los de su comarca con sus cartas e despachos, según y en la manera que se acostumbra en las ciudades e villas de estos reinos donde hay Correos Mayores, como él lo es agora de esta villa; e hará e procurará que haya con todos ellos la correspondencia que se deber tener en el reino, y en el de Francia y en todas partes donde hubiere contratación, de manera que haga todo buen recaudo en las dichas cartas e despachos, como conviene al beneficio general de los negocios".












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