Dado el sitio en que iba a levantarse el nuevo puente, su construcción tuvo ciertas dificultades pues las mareas entorpecían el trabajo y, además, había que pilotarlo teniendo en cuenta la fuerza del mar en aquella zona. Comenzó la cimentación con grandes bloques de cemento armado que se hacían en Amara y cuando se supo que iban a ser trasladados al lugar donde se construiría el puente, un cordón de gente se acercó al río para ver cómo eran llevados. El primer "tanque” se transportó el sábado 1 de septiembre de 1917 aprovechando la hora de la marea alta. El “tanque” pasó el puente de María Cristina y como la marea no daba en aquel momento mucha profundidad al cauce, allí quedó amarrado hasta el día siguiente. Pero no hubo suerte en este primer traslado, pues uno de los obreros que intervenía en la operación cayó al agua y fue arrastrado por la corriente, pereciendo ahogado.
Al día siguiente, domingo por la tarde, cuando la gente iba a los toros a ver a “Cocherito de Bilbao”, Juan Belmonte y “Fortuna”, que lidiaban ganado de Benjumea, se continuó el traslado. También aquel día cayó al agua un obrero que fue salvado sin que se lo llevara la corriente. Pero la operación tuvo lo suyo y un periódico la describía así:
“Dos vaporcitos tiraban del “tanque”, el río estaba henchido de agua y la marcha de las noventa toneladas de cemento armado se deslizaba bien. Tras pasar por debajo del puente de Santa Cristina hubo una pequeña avería. El “tanque” quedó flotando con una amarra al muro de encauzamiento y otra al lado opuesto, es decir al paseo de Salamanca; pero estas amarras no eran lo suficientemente resistentes para impedir que las olas balanceasen bruscamente la original embarcación. Esta derivó unos cinco metros y cambió de posición y en lugar de enfilar el mar con su parte más estrecha, se colocó de través entre el estribo del puente y la punta del malecón, donde estaban echando bloques y más bloques. La situación del “tanque” zarandeado por las olas era muy crítica y al fin entró agua y lo hizo naufragar. Las paredes de cemento que pudieran llamarse laterales no resistieron la presión del agua y el tanque” o bloque se abrió, rompiéndose completamente. Y allí quedó hundido, maltrecho, desbaratando unos miles de duros y retrasando el ritmo de las obras”.
No tuvo mejor suerte el segundo bloque que fue colocado en Amara en el centro del río, pero cuando comenzaba a ser remolcado entró agua, anegándose el tanque y hundiéndose. Tras aquellas dos primeras experiencias tan desafortunadas, los días siguientes no hubo contratiempos en los traslados y las obras siguieron a buen ritmo. Y fue el domingo 14 de agosto de 1921 cuando se inauguró el puente que dijeron iba a llamarse de la Zurriola pero que todo el mundo conoció con el nombre del Kursaal, ya que fue la Sociedad Inmobiliaria del Gran Kursaal la que lo construyó y financió, ofreciéndolo después al pueblo de San Sebastián.
A la inauguración asistieron todas las autoridades de la ciudad y fue el párroco de San Ignacio, que llegó acompañado del clero con cruz alzada, quien bendijo el puente. En el centro del mismo se había levantado una tribuna y al lado una instalación donde el Ayuntamiento obsequió con un "lunch" a los invitados. Don Gregorio Odriozola, de la Sociedad Inmobiliaria del Gran Kursaal pronunció unas palabras, haciendo entrega del puente a la ciudad. Le contestó el alcalde, don Pedro Zaragueta, agradeciendo en nombre de San Sebastián la donación, elo
giando a la citada Sociedad. Acto seguido, la señora de Zaragueta (nacida Eguía), cortó las cintas que cerraban el paso al puente y éste quedó oficialmente abierto al tránsito del público. La Banda Municipal interpretó la Marcha de San Sebastián y se dispararon multitud de chupinazos. Terminada la ceremonia, todos los invitados fueron obsequiados con un "lunch".
El público invadió el puente, y el primer auto que lo atravesó fue un choche matrícula de Barcelona propiedad de don Ignacio de Torres González.
Para solemnizar la inauguración hubo en el Urumea regata de traineras, enfrentándose las patroneadas por Vaqueriza y “Bishco", venciendo fácilmente la primera. Luego hubo cucañas y durante todo el día no cesó la animación. Se celebró una verbena y no faltaron los farolillos a la veneciana, puestos de churros, horchaterías y el entusiasmo de los socios del Umore Ona, que contribuyeron a la brillantez de los actos.
Aquel domingo de la Semana Grande hubo toros, con ganado de Hernández para los diestros Luis Freg, “Valerito” y Chicuelo, y a las 6,30 de la tarde se cantó en Santa María la Salve, a la que asistió la Reina Madre Doña Maria Cristina.
JUAN MARÍA PEÑA IBAÑEZ
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