Todavía humeantes las ruinas de San Sebastián tras el incendio y destrucción de la ciudad, un grupo de vecinos se reunieron en la casa solar de Aizpurua de Zubieta los días 8 y 9 de septiembre. El secretario del Ayuntamiento Joaquín de Arizmendi levantó acta de estas sesiones a las que acudieron Miguel Antonio de Bengoechea y Manuel de Gogorza, alcaldes y jueces ordinarios, José Santiago de Claessens, José María de Eceiza y Joaquín Bernardo de Armendariz, Regidores y Síndicos del Ayuntamiento, Joaquín Antonio de Aramburu, Prior del Cabildo Eclesiástico, Joaquín Santiago de Larreandi y Joaquín Pío de Armendariz, presbíteros beneficiados, Joaquín Luis de Bermingham, Bartolomé de Olózaga, Prior y Cónsul del Ilustre Consulado, José María de Soroa, Evaristo Echague, José Elías de Legarda, José Ignacio de Sagasti, Sebastián Ignacio de Alzate, Francisco Antonio de Barandiarán, Rafael de Bengoechea, Manuel de Riera y Domingo de Galardi, vecinos de San Sebastián.
La lectura de las actas de aquellas reuniones resulta emocionante. "Después de un rato de triste y prolongado silencio interrumpido por los sollozos y lágrimas excitadas al verse reunidos los señores concurrentes, pálidos, macilentos, traspasados de dolor y desarropados los más, hablaron alternativamente los dos señores alcaldes aplaudiendo el celo patriótico que manifestaban todos estos señores con haberse reunido aquí, abandonando sus familias y olvidando sus particulares desgracias, a tratar del partido que debía tomarse en estas tristes circunstancias a favor del vecindario", decía una de las actas.
¿Y qué acordaron aquellos señores? Sentaron los cimientos del renacimiento de San Sebastián patriótico-religioso-social-civil y político administrativo.
Invocaron el espíritu patrio: Imitemos la magnanimidad de nuestros antepasados, sin abatirnos por la espantosa calamidad presente.
Invocaron el espíritu religioso: Conservemos nuestros templos.
Invocaron el espíritu social: Adoptemos los medios más eficaces para que no se disperse y emigre a otras provincias parte del vecindario que se ha salvado.
Invocaron el espíritu civil y político: Erijamos un Ayuntamiento que reúna la voz, representación y derechos de todos los vecinos y lleve el nombre de la ciudad de San Sebastián para que suene su existencia política, ya que ha desaparecido la física por su quema total.
Invocaron el espíritu administrativo y de reconstrucción al adoptar medidas con tal fin, dirigiéndose a la Diputación, al general Wellington, a la Regencia, a Londres...
El dia 9 hubo dos reuniones a las que acudieron, además de los citados anteriormente, los señores José Fermín de Minondo, Manuel Vicente de Añorga, José Manuel de Aizpurua, Juan Fermín de Irigoyen y Araeta, Juan Miguel de Aizpurua, José Joaquín de Lasarte, Juan José de Goya, Juan Miguel de Zatarain, José Antonio de Alliri y Juan Agustín de Añorga. Por aclamación se reeligió al Ayuntamiento anterior y se nombró a José Ignacio de Sagasti, José María de Soroa y Soroa y Joaquín Luis de Bermingham para que se presentasen a la Diputación y sugiriesen cuantos medios les dictase su celo para reparar y poblar cuanto antes la ciudad e indemnizar a sus habitantes, hiciesen los recursos competentes al gobierno español y al británico, publicaran un manifiesto que expresase las circunstancias de la catástrofe y pusiesen en planta todas las diligencias y medios para la indemnización de los daños como para fomentar la repoblación de la ciudad y restablecimiento del comercio, obteniendo las gracias y privilegios más propios para el intento. Así mismo se facultó a los mismos señores para que buscasen dinero con que atender a los gastos.
El Ayuntamiento quedó encargado de convocar a los vecinos que podían ser habidos en los pueblos inmediatos para que asistieran a la ciudad de San Sebastián a las 9 de la mañana del día 12 a la publicación y juramento de la Constitución y nombramiento de nuevo Ayuntamiento, de regresar a la ciudad a conocer a los jefes militares y contar con su presencia y providencias tomadas de acuerdo con ellos sobre el robo que aún duraba, atraer y auxiliar a los vecinos que quisieran reconocer los escombros y restos de sus casas y, en fin, instalarse la Corporación, tomar posesión y dar principio al ejercicio de sus funciones entrando en la ciudad entre 7 y 8 de la mañana siguiente, fijando su residencia por el pronto en la casa de don Bartolomé de Olazabal que la había ofrecido para dicho objeto. Hicieron constar el agradecimiento hacia los vecinos de Zubieta por la hospitalidad prestada y dieron por concluidas las famosas sesiones de Zubieta, instalándose al día siguiente en la ciudad.
De las tres reuniones de Zubieta se conservan las actas, una firmada por el secretario Jph. Joaquín Arizmendi y las otras dos por el escribano José Elías de Legarda. En estas actas se copian las tres cartas que acordaron dirigir los reunidos en Zubieta. La primera es la dirigida a la Diputación Provincial, porque se consideró que “el medio más eficaz de que no se disperse y emigre a otras Provincias la parte del vecindario que se ha salvado de la furia de los anglo-lusitanos, de conservar siquiera los Templos y algunas casas, atraer a los habitantes, reedificar la ciudad y conseguir del Gobierno algunos auxilios, es la creación de un Ayuntamiento que reúna la voz, representación y derechos de todos los vecinos y lleve el nombre de la Ciudad de San Sebastián para que suene su existencia política, ya que ha desaparecido la física por su guerra total".
La carta, firmada por todos los asistentes, fue enviada con un propio a Tolosa, donde residía la Diputación, y decía lo siguiente:
“Habiéndonos congregado en esta Comunidad de Zubieta, jurisdicción de la Ciudad de San Sebastián, los infrascritos Alcaldes, Regidores, Secretario de Ayuntamiento de la misma ciudad, los demás vecinos notables, Prior y Beneficiados del Cabildo Eclesiástico, no habiendo vuelto aún del asombro que nos ha causado la destrucción total de nuestra Patria, y sus atroces circunstancias, considerando que el punto principal que debe llamar nuestra atención es que el pueblo no se disperse y que conserve su representación y Ayuntamiento, recurrimos a la protección de V.S. para que sirva rehabilitar a los individuos del Ayuntamiento último para ejercer interinamente sus funciones, y convocar desde luego a los vecinos que pueden ser habidos, para publicar y jurar la Constitución, y nombrar un Ayuntamiento constitucional.
Los firmantes esperan de V.S. sin perder momento esta rehabilitación, y que nos descubra sus intenciones y de sus luces a fin de reparar tan grandes desgracias y lograr la repoblación de nuestra desgraciada Patria.
Zubieta, jurisdicción de la Ciudad de San Sebastián, 8 de septiembre de 1813".
Otra carta se escribió al saberse que se había rendido la guarnición francesa que estaba en el Castillo de la Mota al general inglés que mandaba las tropas aliadas que ocupaban San Sebastián, y decía:
"El Magistrado de esta ciudad de San Sebastián que se halla reunido en este pueblo de su jurisdicción, acaba de saber con la mayor satisfacción que el Castillo de la Mota se ha rendido. Cree de su deber felicitar a V.E. por este acontecimiento en que interesa la causa común, al mismo tiempo que su obligación le impele a preguntar a V.E. si podrá trasladarse y tomar con libertad sus funciones en favor de la causa de la Nación y de los habitantes.
A este fin se dirige a V.E., de cuya atención espera se sirva expresarle si podrá disponer de los edificios, tanto de los que existan como de los derruidos, y tomar en cumplimiento de sus deberes, las providencias que tenga por conveniente al mayor bien de los habitantes, sirviéndose V.E. expresarle el apoyo y auxilio que le dispensará de su parte. Renueva a V.E. su respeto, y ruega a Dios guarde a V.E. muchos años. Zubieta a 8 de septiembre de 1813. Al Excmo. Sr. General Comandante de las tropas aliadas en San Sebastián".
La tercera carta la dirigió la Junta de Zubieta a Lord Duque de Ciudad Rodrigo y la firmaron José Ignacio de Sagasti, José María de Soroa y Soroa y Joaquín Luis de Bermingham y decía lo siguiente:
"Excmo. Señor: El Ayuntamiento de la Ciudad de San Sebastián y una gran parte de sus principales vecinos, se hallan reunidos en el Barrio de Zubieta, jurisdicción de la misma Ciudad, con el objeto de acudir a cuantos medios pueda sugerir la imaginación para el alivio de los desgraciados habitantes de ella.
Por un movimiento espontáneo y unánime se ha fixado de los miembros de esta Junta en el Héroe de la Nación, en el restaurador de la independencia de España, en V.E., en fin cuyas virtudes privadas dan tanto realce a su gloria militar. Nuestra confianza en la grandeza del alma de V.E. es ilimitada, y nuestro espíritu aunque abatido, no nos conducirá a la desesperación si V.E. se digna protegernos con la generosidad propia de su carácter.
El Congreso omitirá la relación detallada de los tristes acontecimientos de San Sebastián, desde el 31 de agosto hasta el día de hoy, por no renovar el inmenso dolor que han debido causar en un corazón tan sensible como el de V. E. y se limitará a la mención en grande de una espantosa catástrofe.
San Sebastián, Excmo. Sr., ha padecido un saqueo horrible con los demás excesos anexos a él, y un incendio de cerca de seiscientas casas, en el cual han consumido las llamas el valor de más de noventa millones de reales. Este funesto accidente ha causado la ruina de más de mil y quinientas familias, y ha reducido las siete octavas partes a la desnudez absoluta y a la mendicidad, en un País cuyos habitantes carecen de lo más preciso aun para su propia subsistencia, a resulta de haber sido ocupado por el enemigo durante cinco años.
En medio de este caos de calamidades no se ha notado el menor síntoma de tibieza en el constante patriotismo que ha manifestado desde el año 1808 esta infeliz ciudad. Si nuevos sacrificios fuesen posibles y necesarios, no se vacilaría un momento en resignarse a ellos. Finalmente, si la combinación de las operaciones militares, o la seguridad del territorio español exigiesen que renunciáramos por algún tiempo o para siempre a la dulce esperanza de ver reedificada y restablecida nuestra ciudad, nuestra conformidad sería unánime, mayormente si, como es justo, nuestras pérdidas fuesen soportadas a prorrata entre todos nuestros compatriotas de la Península y Ultramar.
Moscow fue incendiado y experimentó grandes pérdidas; pero las pérdidas de Moscow han sido indemnizadas por todo el imperio Ruso y por la generosa nación Británica. Y la infeliz ciudad de San Sebastián, esta benemérita ciudad ¿será abandonada a su desgraciada suerte? No; San Sebastián no reclama en vano la protección del inmortal Duque de Ciudad Rodrigo; los justos clamores de los habitantes de esta ciudad serán transmitidos por el órgano de V.E. a nuestra Regencia, al Ministerio Británico y a los órganos piadosos de esta ilustre nación; y San Sebastián renacerá.
Séanos permitido este feliz presagio inspirado por el alto concepto que tiene formado el Orbe de las bellas cualidades que adornan a V.E. y permítasenos también el reiterarle la triste situación de mil y quinientas familias pobres de San Sebastián que andan errantes sin asilo y sin pan. Somos con la más alta consideración de V.E. muy rendidos servidores. Zubieta, 8 de septiembre de 1813".
Tres reuniones fueron las que celebró en Zubieta aquel grupo de donostiarras que fueron los sembradores de la semilla que al germinar dio a la luz al nuevo San Sebastián nacido de las ruinas de la guerra. Y de las tres se conservan las actas que constan en el Libro original que está en el archivo municipal de la ciudad de San Sebastián. He aquí el texto de las mismas.
"Acta primera. En la Comunidad de Zubieta y su casa solar de Aizpurua, jurisdicción de la M.N. Ciudad de San Sebastián, a 8 de septiembre de 1813, se juntaron y congregaron, previo mutuo aviso y acuerdo, viniendo desde Pasajes, Orio, Usurbil e Igueldo, donde se hallan provisionalmente con sus familias, los señores D. Miguel Antonio de Bengoechea y D. Manuel Gogorza, alcaldes y jueces ordinarios; D. José Santiago de Claessens, D. José María de Eceiza y D. Joaquín Bernardo de Armendariz, Regidores y Síndico del Ayuntamiento de la misma ciudad y D. Joaquín Antonio de Aramburu, Prior del Ilustre Cabildo Eclesiástico; D. Joaquín Santiago de Larreandi y D. Joaquín Pío de Armendariz, Presbíteros beneficiados; D. Joaquín Luis de Bermingham, D. Bartolomé Olózaga, Prior y Cónsul del Ilustre Consulado; D. José María Soroa y Soroa, D. Evaristo de Echague, D. José Elías de Legarda, D. José Ignacio de Sagasti, D. Sebastián Ignacio de Alzate, D. Francisco Antonio de Barandiarán, D. Rafael de Bengoechea, D. Manuel de Riera y D. Domingo de Galardi, todos vecinos de dicha ciudad, a una conmigo el infrascrito Secretario de Ayuntamiento de la misma, no habiendo asistido otros muchos por no habérseles pasado aviso a causa de ignorarse su paradero por la total dispersión del vecindario; y después de un gran rato de triste y profundo silencio, interrumpido por los sollozos y lágrimas excitados al verse reunidos los señores concurrentes, pálidos, macilentos, traspasados de dolor y desarropados los más, hablaron alternativamente los señores Alcaldes, aplaudiendo el celo patriótico que manifestaban todos estos señores con haberse reunido aquí, abandonando sus familias y olvidando sus particulares desgracias a favor de todo el vecindario, y agradeciendo los parabienes que con lágrimas y con la efusión más sincera de sus corazones les dieron los que no habían estado dentro de la Plaza durante el sitio, por haber salido con vida dichos dos señores Alcaldes, Síndicos y Presbítero Beneficiado D. Joaquín Santiago de Larreandi, pidieron que se ocupase desde luego el Congreso acerca de los medios que debían adoptarse para reunir al vecindario y tratar de reparar sus pérdidas, si es que podían repararse tantas muertes, heridas, violaciones de mujeres de todas edades, saqueo total de cuanto encerraban las casas, tiendas y almacenes, y por último, el incendio general de toda la Ciudad, que aún en este día y en este momento mismo continúa, desde el anochecer del 31 de agosto en que principió; siendo lo más sensible y doloroso que todas estas muertes, heridas, violaciones, saqueo total e incendio, hayan sido causadas por las tropas que tomaron por asalto la Plaza; y por los ingleses y portugueses, nuestros aliados, que habiendo sido re idos, cuando ganaron la brecha, por los habitantes de la ciudad con vivas y aclamaciones, correspondieron bárbaramente con fusilazos, y se entregaron enseguida, la noche del 31 y en todo el día siguiente, a los mayores desórdenes y horrores, de modo que todo el vecindario tuvo que huir y salir del pueblo el 1 y 2 del corriente, despavorido y medio desnudo; y aun los dos señores Alcaldes hubieron de hacer lo mismo por salvar sus vidas, viendo que quantos esfuerzos hicieron con los ingleses y portugueses para contener las
muertes, violaciones, pillajes y fuego de las casas, eran inútiles e infructuosos.
El Congreso, sin embargo de hallarse atónito, asombrado y fuera de sí con la horrorosa catástrofe que ha presenciado, y con la vista de la desnudez y figura cadavérica en que han salido quantos se hallan fuera de la Plaza, por el atroz y bárbaro trato de los ingleses y portugueses; y a pesar de la miseria en que se hallan todos los que lo componen, por haber perdido quantos bienes poseían, a resulta del saqueo y subsiguiente incendio, olvidando en este momento sus particulares infortunios, recordó que en diversas anteriores épocas se ha abrasado la Ciudad de San Sebastián enteramente por incendios, aunque casuales, y que no obstante, por la constancia y amor de los habitantes a su nativo suelo, ha vuelto a repoblarse hasta el punto de opulencia y esplendor que la hicieron célebre y famosa en ambos hemisferios, utilísima al Estado y muy amada de los Reyes por sus distinguidos servicios. Convino en que imitando la magnanimidad de sus antepasados, sin abatirse por la espantosa calamidad presente, se debían poner todos los medios imaginables para la más pronta repoblación de la Ciudad; y considerando que el medio más eficaz de que no se disperse y emigre a otras Provincias la parte del vecindario que se ha salvado de la furia de los anglo-lusitanos, de conservar siquiera los Templos y algunas casas, atraer los habitantes, reedificar la ciudad y conseguir del Gobierno algunos auxilios, es la creación de un Ayuntamiento que reúna la voz, representación y derechos de todos los vecinos y lleve el nombre de la Ciudad de San Sebastián para que suene su existencia política, ya que ha desaparecido la física por su quema total, resolvió, de conformidad, y ante todas las cosas, escribir con Propio a la Diputación Provincial que reside en Tolosa, la carta siguiente, firmada por todos los que componen el Congreso. (Esta carta la he reproducido en las páginas anteriores).
Después de escrita, firmada y despachada la precedente carta, se volvió a conferir sobre las atroces circunstancias con que ha sido tomada la Plaza por los sitiadores, tratando a los habitantes de una Ciudad tan patriótica, fiel y adicta a la gloriosa causa de la Nación, mucho peor que si fuera enemiga; mas todos los individuos del Congreso sofocaron sus sentimientos particulares, conociendo importaba mucho conservar la reputación de los aliados en un tiempo en que iban a entrar en el territorio enemigo, y que perjudicaría a la causa de la Nación publicar en estas circunstancias su atroz y bárbara conducta. Sacrificando, pues, todo el Congreso unánimemente en favor del bien general toda reclamación sentida, fixó su atención y esperanzas en el invencible Lord Duque de Ciudad Rodrigo, para quien se dispuso y aprobó con entusiasmo la representación siguiente, que se encargó a los señores D. José Ignacio de Sagasti, D. José María de Soroa y Soroa y D. Joaquín Luis de Bermingham la pusiesen en limpio y dirigiesen al Lord Duque, firmándola los tres en nombre de la Junta. (Esta carta también la he reproducido en las páginas precedentes).
Concluida la lectura de la Representación precedente, se ocupó la Junta en formar una Memoria de todo lo ocurrido al tiempo del asalto, y después que se apoderaron de la Plaza los aliados, con lo que informaron extensamente los dos señores Alcaldes, Síndico, Presbítero Beneficiado D. Joaquín Santiago de Larreandi, y otros varios vecinos que estaban dentro de la Plaza, y hallándose extendiendo dicha Memoria llegó aviso de que se había rendido esta mañana por capitulación el Castillo de la Mota, al que se retiraron los franceses el mismo día del asalto, y para cuya expugnación no había permitido el fuego que abrasaba al Pueblo tomar antes disposiciones activas. La Junta, en vista de esta noticia, se apresuró a felicitar al general inglés, comandante de las tropas aliadas, que ocupan la Plaza de San Sebastián, con un oficio que resolvió lo llevase y entregase yo el Secretario, acompañado de uno de los Alguaciles de la Ciudad, que también se presentaron, y dicho oficio se extendió en los términos siguientes: (Esta carta también figura en las páginas precedentes).
Con tanto se disolvió por hoy esta Junta, quedando convocados todos los señores concurrentes a esta misma casa de Aizpurua, por hallarse ocupada la Consistorial, para mañana a las nueve; y por mandato de la misma Junta firmé esta Acta yo, el Secretario. Ante mí, Jph. Joaquín de Arizmendi".
A continuación transcribo el acta de la Junta celebrada en Zubieta en la mañana del día 9 de septiembre de 1813.
"En la Comunidad de Zubieta y casa solar de Aizpurua, a las nueve y media de la mañana de hoy, nueve de septiembre de 1813, en consecuencia de la convocatoria y citación de ayer, se juntaron... (los mismos que el día anterior) y por testimonio de mí el infraescrito Escribano público de número de dicha ciudad, en ausencia del secretario de la misma, que salió esta madrugada a evacuar la comisión que le dio ayer este Congreso, acordaron y resolvieron lo siguiente:
Se prosiguió en la extensión de la Memoria o circunstanciada relación de las atrocidades cometidas por las tropas aliadas al tiempo y después del asalto de la Plaza, y al concluirla llegó el Propio que se envió ayer a la Diputación Provincial, con la respuesta en la que elogia el patriotismo de los que se reunieron en esta Junta, compadece y se lamenta con las más vivas expresiones de la catástrofe ocurrida, asegurando que coadyuvará por su parte con todos los medios imaginables al alivio del vecindario y repoblación de San Sebastián, y por quanto desea informarse extensamente de todas las circunstancias de la desgracia, y meditar y aprobar, según las ideas de este Congreso, las medidas más eficaces para los fines arriba expresados, pide se envíen dos o más individuos a tratar con la misma Diputación sobre el competente remedio, con las instrucciones que les quiera dar esta Junta, y por último concluye dando facultades a la misma para que nombre nuevo Ayuntamiento o rehabilite al actual, con la condición de que ha de ser interino este nombramiento, hasta que se pueda proceder al del Ayuntamiento constitucional, previa publicación y juramento de la Constitución, cuyos actos deberán practicarse quando determine este mismo Congreso o el Ayuntamiento interino que se nombre, el que ha de convocar a todo el vecindario para estos actos.
En vista de esta respuesta de la Diputación se acordó que por ser ya mediodía se suspenda el nombramiento del Ayuntamiento y el acordar lo demás que convenga, hasta esta tarde a las tres, a cuya hora se reunirán los individuos del Congreso que permanezcan en esta Comunidad, y serán también invitados los vecinos de la misma como parte integrante de la Ciudad, cuyos vecinos son.
Y con tanto se concluyó esta Acta de que dando fe, firmo yo el Escribano. Ante mí José Elías de Legarda”.
Por la tarde de aquel 9 de septiembre se celebró una nueva Junta, y de lo por ella tratado da fe esta tercera Acta que a continuación reproduzco.
"En la Comunidad de Zubieta y su casa solar de Aizpurua, jurisdicción de la M.N. y M.L. Ciudad de San Sebastián, dadas las tres horas de la tarde de hoy, nueve de septiembre de 1813, se juntaron los señores... (los mismos que a la mañana) más los siguientes: D. José Fermín de Minondo, D. Manuel Vicente de Añorga, D. José Manuel de Aizpurua, D. Juan Fermín de Irigoyen Araeta, D. Juan Miguel de Aizpurua, D. José Joaquín de Lasarte, D. Juan José de Goya, D. Juan Miguel de Zatarain, D. José Antonio de Alliri y D. Juan Agustín Añorga, vecinos de dicha Ciudad y de esta comunidad. Hallándose reunidos sus señorías, por testimonio de mí el infraescrito Escribano público numeral de dicha Ciudad, se trató de proceder al nombramiento de electores y todos por aclamación y a conformidad de votos reeligieron a los mismos capitulares anteriores, a saber: por Alcaldes a D. Miguel Antonio de Bengoechea y D. Manuel de Gogorza; por Regidores a D. José Santiago Claessens, D. José María Olózaga, D. José María de Eceiza, D. Pedro Fermín de Minondo, D. José Antonio de Parraga; por Síndico a D. Joaquín Bernardo de Armendariz, y habiendo jurado los que se hallaban presentes el recto ejercicio de sus empleos, tomaron posesión sin contradicción alguna: también quedó reelegido el Jurado de esta comunidad D. Manuel de Añorga.
María de Soroa y Soroa y D. Joaquín Luis de Bermingham, les autorizaron plenamente para que, en nombre de la Ciudad y todo su vecindario, se presenten a la Diputación de la Provincia, sugieran quantos medios les dicte su celo para reparar y poblar quanto antes a la Ciudad e indemnizar a sus habitantes; hagan los recursos competentes, o sea a nuestro Gobierno como al Británico, nombrando en caso necesario un agente en Londres que siga y active los recursos; dispongan y publiquen, si lo tienen por conveniente, un manifiesto que exprese las circunstancias de la catástrofe de la Ciudad; finalmente, pongan en planta todas las diligencias y medios, así para la indemnización de los daños, como para fomentar la repoblación de la Ciudad y restablecimiento de su comercio, obteniendo las gracias y privilegios más propios para el intento. Así mismo se facultó a los mismos señores para que busquen dinero para atender a todos los gastos sobre los Propios de la Ciudad, vendiendo de los cortes que corresponden en los montes de la misma que estén en sazón, nombrando como se nombra por depositario de los fondos que produzca al señor Alcalde D. Miguel Antonio de Bengoechea. Se comisionó también a los mismos señores para que, en nombre de todo este Congreso, manifiesten a la Diputación los sentimientos de gratitud de que se halla penetrado por la favorable acogida que ha prestado a la solicitud de la Ciudad y por el vivo interés que ha tomado en su suerte.
de esta Comunidad, Aduna, Igueldo, Alza, Partidos de Ibaeta, Antiguo, Lugariz, Amara, Loyola y Calzada de Pasajes, por cartas y por medio de los Mayorales y Diputados, citándolos para que asistan a la Ciudad de San Sebastián a las 9 de la mañana del 12 del corriente a la publicación y juramento de la Constitución, y nombramiento de nuevo Ayuntamiento, que se verificará también si es posible, y considerando ser muy importante y de la mayor urgencia el que pase a la Ciudad el Magistrado a darse a conocer a los Jefes militares, cortar con su presencia y providencias, tomadas de acuerdo con ellos, el robo que aún dura, atraer y auxiliar a los vecinos que quieran reconocer los escombros y restos de sus casas, y en fin, instalarse, tomar posesión y dar principio al exercicio de sus funciones, se acordó que mañana mismo entre 7 y 8 de la mañana, salgan de esta comunidad para la Ciudad los dos señores Alcaldes y demás individuos del Ayuntamiento que se hallan presentes, asistidos de los vecinos que puedan acompañarles, y que entrando en la ciudad se presenten al Gobernador, fixen su residencia por el pronto en la casa de D. Bartolomé Olózaga, situada en la calle de la Trinidad, al pie del Castillo, la cual con sola la hilera de casas de aquella parte se ha preservado únicamente del incendio, y la ha ofrecido para ese objeto el mismo señor Olózaga.
Por último, muy reconocidos los dos señores Alcaldes, Regidores y demás señores concurrentes vecinos intramurales de la Ciudad, a la hospitalidad y afectuosa acogida que han debido a todos los señores vecinos de esta comunidad de Zubieta y a la mucha parte que han tomado en la catástrofe de la Ciudad, manifestada con las más sinceras y expresivas demostraciones de dolor y los más intensos y vivos deseos de contribuir a su alivio, les manifestaron con las más tiernas expresiones por sí y en nombre de toda la Ciudad, su fin y eterna gratitud, a cuya demostración correspondieron los señores vecinos de esta Comunidad que se hallan presentes, ratificando sus deseos de contribuir en quanto alcancen sus facultades al mayor alivio de todos los habitantes de la Ciudad, cuya pronta repoblación y felicidades aseguraron ansiaban de todo corazón.
Con lo cual se concluyó esta Acta, y dando fe firmo yo el Escribano. Ante mí, José Elías de Legarda".
Muchos años después, y a iniciativa de don Nicolás Soraluce, el Ayuntamiento en sus sesiones del 8 de noviembre y 27 de diciembre de 1876 acordó que en memoria de las reuniones de Zubieta se colocara una lápida conmemorativa en la casa de Aizpurua y en la del 11 de junio de 1877 que se inaugurase en una función civico-religiosa a celebrar en la parroquia de Zubieta el 8 de septiembre de aquel año con asistencia de una comisión de la municipalidad. Se cumplió el programa con un día de retraso y el 9 de septiembre de 1877 quedó colocada en el centro de la fachada oriental, que correspondía al salón de las célebres sesiones, la lápida con las siguientes inscripcione:
"La guerra asoló a San Sebastián. El patriotismo de sus ediles, aquí congregados, la levantó de sus ruinas. ¡Benditos los hijos que salvan a su madre!"
Tiene esta inscripción a sus lados y en la parte superior del centro un Ave Fénix hecho del mismo mármol. Debajo de esta lápida hay otras dos inscripciones que dicen:
"Sesiones de los días VIII y IX de septiembre de MDCCCXIII.
Se colocó esta lápida el IX de septiembre MDCCCLXXVIII".
En la calle de San Jerónimo, sobre el arco de la Plaza Vieja, se puso el año 1878 la inscripción siguiente:
"31 de agosto de 1813. Los aliados toman por asalto esta ciudad ocupada por el ejército invasor, la incendian, la queman y degüellan gran número de sus moradores".
En la misma calle sobre el otro arco se puso esta inscripción:
"8 de septiembre de 1813. Reunidos en Zubieta los habitantes dispersos a consecuencia de la hecatombe del 31 de agosto, acuerdan reedificar la ciudad, presa todavía de las llamas".
El mismo año en la calle 31 de agosto, que anteriormente se llamó de la Trinidad por hallarse en ella las iglesias de Santa María, San Vicente y San Telmo, y dando frente a la de San Jerónimo, se puso otra lápida que decía:
"Calle de 31 de agosto. Unica que en este día del año 1813 se libró del incendio".
En el cementerio de Polloe se erigió un monumento por encargo del Municipio al objeto de guardar las cenizas de los que tomaron parte en las reuniones de Zubieta, y se inauguró el 2 de noviembre de 1880.
En sesión celebrada el 26 de agosto de 1893 aprobó la Comisión de monumentos de Guipúzcoa el expediente formado por ella a petición del Ayuntamiento, en averiguación de la casa perteneciente a don Bartolomé de Olózaga, que fue la que en primer lugar ocupó el Concejo a su regreso a San Sebastián tras las reuniones de Zubieta, designando como tal con pruebas irrecusables la que está señalada en la actualidad con el número 40 en la calle 31 de agosto, frente a la de San Jerónimo. Por acuerdo del Ayuntamiento de 5 de septiembre de 1893 se colocaron en la casa de Olózaga las siguientes inscripciones en castellano y vascuence:
"En X de septiembre de MDCCCXIII. El Ayuntamiento de esta M.N. y M.L. Ciudad se congregó en esta casa después de las memorables sesiones de Zubieta. La Corporación Municipal acordó colocar esta lápida para perpetuar tan señalado suceso".
Fue el 10 de septiembre de 1894 cuando se descubrieron estas lápidas, pronunciando el alcalde don Joaquín Lizasoain un discurso en vascuence alusivo al acto, recordando los sucesos que habían dado nombre a aquella calle así como el heroísmo de aquellas Juntas. Dedicó un recuerdo a los alcaldes de aquellos tiempos y a las víctimas de la catástrofe cuyo ejemplo heroico recomendó a los hijos de San Sebastián.
En el Ayuntamiento se celebró ese día una Junta conmemorativa, leyendo el acta de la tercera reunión de Zubieta, del día 9 de septiembre de 1813, y la de la primera sesión celebrada en San Sebastián el día 10. Tras algunas intervenciones de los corporativos y representantes de las otras dos comisiones, se firmó el acta usando para ello el tintero que sirvió en las inolvidables sesiones de 1813 celebradas en la casa de Aizpurua en Zubieta conservaba en la Casa Consistorial. que se
Todos los recuerdos y conmemoraciones de las reuniones de Zubieta eran justos pues fue allí donde un grupo de vecinos de San Sebastián, la ciudad que estaba totalmente destruida, acordaron reconstruirla y así lo decidieron. Puede decirse que un nuevo San Sebastián nació en Zubieta, gracias a aquellos hombres, "dignos de inmortal memoria", como los calificó el historiador Lafuente.
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