Aquella primera Tamborrada fue bien modesta, máxime si la comparamos con las actuales, pero fue la semilla sembrada con ilusión que al cabo de los años fructificó en la espléndida de nuestros días. Javier María Sada, puntual y meticuloso cronista de tantas cosas del San Sebastián de ayer, recoge los nombres de aquellos primeros tamborreros de 1927. Actuó de tambor mayor Alfredo Taberna que "desempeñó a las mil maravillas el cargo" y como heraldos a caballo figuraban Paquito Echaniz, José Luis Olaizola y José Luis Zuzuarregui. Los gastadores fueron Martín Isasa, Francisco Aldazabal, Sotero Echenique, José Manterola, Toribio Villanueva, José María Gutiérrez, José Fernández y Fernando Zubia, mandados por el cabo Olegario Garín.
Los barriles fueron Luis Lucas, Antonio García, José Velasco, Carmelo Moreda, Atanasio Bienzobas, Cándido Areta, Federico Revestido, Manuel Crespillo y Jesús Saez. Tamborreros fueron Antonio Gastón, Emilio Antúnez, Alfonso García, Martín Gurruchaga, Gregorio Murua, Feliciano Ariz, Joaquin Romero, Antonio Beltrán, Juan José Montoya, Enrique Sánchez, José Ramos Aguirrebadaicoa, Juan Izaguirre, Eduardo Olave, Juan Sáez, Juan Rivero, Luis Ramos, Feliciano Echeverría, Antonio Iztueta, Celedonio Mezquita, Francisco Cuenca, José María Iturrino y Vicente Gurruchaga.
La Tamborrada, tras recorrer diversas calles, dio un concierto en el Boulevard y otro en la Plaza de la Constitución. Y siguió saliendo todos los años de Euskal Billera, organizada, patrocinada y creo que hasta costeada por la veterana sociedad. Hasta que en 1960, siendo teniente de Alcalde don Pedro Arana, se amplía la Tamborrada y en ella participan compañías de la casi totalidad de colegios y escuelas que hay en San Sebastián. Como compañía veterana desfila la primera la de Euskal Billera y detrás las de los colegios, comenzando por los chicos de los Marianistas por ser el más antiguo de San Sebastián.
La Tamborrada ha ido a más y cada año se suman nuevos colegios con nutridos participantes que no bajan los últimos años de cinco mil. Y ese mundo infantil lleva vistosos uniformes reproducidos con fidelidad de los que húsares, granaderos, hulanos y demás soldados vestían en la época del gran corso. No falta una sección de caballería de la Hípica donostiarra y otra de artillería arrastrada por poneys y aquella multitud de tamborreros llena durante el desfile de música y ruido la Ciudad, y si siempre la interpretación de las marchas no es perfecta, vaya todo por la alegría que desparraman por nuestras calles.
Viendo esta tamborrada infantil uno piensa que así serían los desfiles en la vieja Prusia o en la Viena imperial y que todos los tamborreros llevan en sus mochilas, como los soldados de Napoleón en las Pirámides o en Austerlitz, el bastón de mariscal.
JUAN MARÍA PEÑA IBAÑEZ (Del San Sebastián que fue.1999)
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