La fachada principal del nuevo teatro daba al paseo y al mar, pues entonces no se habían levantado todavía las casas de Gros frente a la playa. Tenía tres amplias puertas y unos ventanales de luz y adornaban la fachada los
bustos en medallones del conde de Peñaflorida, fundador de la Sociedad Vascongada de Amigos del País y uno de los primeros que sentaron los trabajos del teatro vasco, del compositor Arriaga, del músico Eslava, del tenor Gayarre, del autor de zarzuelas Gaztambide y del músico donostiarra Santesteban. Completaban el adorno los grupos de "La tragedia", "La música", "La danza" y "La comedia". La fachada que daba a la calle Reina Regente, cubierta con una marquesina de hierro y cristal, tenía una puerta que daba acceso al teatro, al palco real y a las localidades altas. Las otras dos fachadas también tenían puertas, la de Oquendo al escenario y la de la plaza a las localidades superiores. Las fachadas eran de piedra arenisca y los grupos escultóricos de piedra dura de Pitillas, Navarra. En la parte trasera del escenario estaban los cuartos de los artistas, con ventana al exterior, lavabo con agua caliente, calefacción, etc. Eran amplios y podían convertirse en dormitorios. Había sala de guardarropa, sala de ensayos, otra para pintar decorados, etc. Estos, así como el telón de boca, eran obra del escenógrafo Eloy Garay.
La sala constaba de butacas, plateas, palcos principales y proscenio, anfiteatro y galería o paraíso. Los pasillos que rodeaban a la sala eran muy amplios. Había 374 butacas en 17 filas, 16 plateas más dos proscenios bajos. Cada platea tenía su "anteplatea" y la capacidad de ésta era de seis personas, siendo el cortinaje de terciopelo verde. El piso del patio de butacas era movible, pudiéndose convertir en una sala de baile o en un comedor.
Había 19 palcos principales y dos proscenios, uno de los cuales, el de la derecha, era el destinado a la familia real con entrada independiente por la calle Reina Regente. Este palco tenía anteproscenio, "vestiaire" y saloncillo. El palco central, mayor que los otros, era el destinado al Ayuntamiento. En este piso había guardarropas y retretes y desde el pasillo se pasaba al “foyer” que daba a los saloncillos-restaurante y a dos terrazas que daban al paseo. En estos saloncillos se servían cafés y refrescos.
Al anfiteatro y al paraíso se entraba por la calle Reina Regente y por la plaza. Ambos eran amplios y desde cualquier parte de ellos se veía perfectamente el escenario. En uno de los saloncitos de estas localidades había un bar.
El techo de la sala lo pintó el artista donostiarra Ignacio Ugarte y muestra al Sol en un carro arrastrado por tres caballos que llega triunfal mientras se retira la noche. También se ve a la luna y a las estrellas y en los laterales los crepúsculos, viéndose, además, el Gran Casino, Igueldo, así como a Urcola, el arquitecto autor del proyecto.
Por tres grandes puertas se entraba al vestíbulo y a él daban acceso el café y restaurante que ocupaban la parte derecha e izquierda respectivamente de la fachada principal. De allí arrancaba una escalera imperial de mármol y enfrente había unas pinturas del artista donostiarra Ascensio Martiarena, un tríptico que representaba a la izquierda el recitado, en el centro la danza y a la derecha la música y que daban la sensación de estar hechas sobre un mosaico.
El teatro se arrendó a don Federico Ferreirós, un riojano afincado en San Sebastián que había regentado el Teatro Principal. El importe que tenía que pagar era de 40.000 pesetas al año, más 4.000 por el café-bar y 6.000 por las dos tiendas que se podían abrir en las esquinas de las calles Reina Regente y Oquendo.
La primera compañía que actuó fue la de María Guerrero y Fernando Díaz de Mendoza, que dio aquella temporada doce funciones de noche y cuatro de tarde, los días 21, 25, 28 y 31 de julio, en las que se ponía por la tarde la obra de la víspera. Por esta temporada la compañía cobró 42.000 pesetas, abonando 3.000 por las funciones de noche y 1.500 por las de tarde. Después actuó durante agosto y septiembre la compañía del Teatro Lara de Madrid, representando sesenta y cuatro obras. El 26 de octubre debutó la compañía de Morano, que hizo la campaña hasta Carnaval. Los precios eran de una peseta la butaca, 0,75 anfiteatro y 0,30 paraíso.
La inauguración del teatro tuvo lugar el sábado 20 de julio de 1912 por la noche con la obra "En Flandes se ha puesto el sol", de Eduardo Marquina. Fue todo un acontecimiento artístico y social, asistiendo la crema de la sociedad tanto donostiarra como veraniega, luciendo ellas elegantes "toilettes" y los caballeros vistiendo frac o smoking. La representación de la obra fue digna del acontecimiento: decorado con sabor flamenco, vestuario lujoso de irreprochable propiedad, armas de la época... María Guerrero, la más grande actriz que tal vez haya dado la escena española, triunfó ampliamente y junto a ella brillaron con luz propia su marido, Fernando Díaz de Mendoza, y las figuras de la compañía, entre ellas Emilio Thuiller, Cirera, Martínez Tovar, Urquijo, Montenegro y las actrices Blanco, Cancio, La Bret, Bueno...
Los cronistas recogieron fielmente el acontecimiento y evocaban el viejo coliseo, el llamado Teatro del Café Viejo o del Cubo, metido en la bóveda del Cubo Imperial, iluminado con quinqués de aceite y velas de sebo en el que apenas cabían trescientas personas, y decían que entre aquél y éste medía la misma distancia que entre una cueva y un palacio. "El alumbrado es esplendente y la sala parecía iluminada por el astro solar, tal intensidad la luz presentaba. La batería eléctrica situada en el escenario es modelo en su género y única en España", escribía un periodista. Otro, al dar puntual referencia de la inauguración, describía así la sala: "Todo tiene un aire de elegancia risueña. Sobre el fondo claro de las cortinas que cierran los palcos, sobre el rojo y el verde de las butacas, se destacan los tonos pálidos de las toaletas estivales, completando la agradable visión".
La prensa daba los nombres de las personalidades que asistieron a aquel acontecimiento que podemos calificar de histórico y no me resignó a dejar en el olvido a algunos de ellos. Allí estaban los duques de Luna, los marqueses de Roca Verde, Villamarcilla, Villamayor, Urrea, los condes de Caudilla y Torre Muzquiz, el duque de Mandas, prócer donostiarra que había conocido el Teatro del Cubo y podía establecer comparaciones.
Al terminar la representación y entre bengalas colocadas en la terraza, tuvo lugar en el Hotel María Cristina una cena de gala, amenizada por una orquesta de tziganes, siendo ésta la primera fiesta que daba el recién inaugurado hotel. Se sirvió el siguiente menú, que reproduzco tal como figuraba en las invitaciones. El "souper" de gala consistió en esto: Delices moscovites, Consomé des viviers, Mignonnette de Sole Florentine. Hoisette de filet du Charollais Mascotte. Buffet froid: jambon d'York glacé. Poularde Victoria Eugenia. Canelon Rovennais a la favanaise. Grappe de Foie-gras au Champagne. Souillé de jambon Alphonse XIII. Terrine de caneton Vendoine. Petit grain à l'estragon. Salade francillon. Biscuit glacé Marie Cristine. Friandises.
Al día siguiente por la noche acudieron al teatro los Reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia y la Reina Madre Doña María Cristina. Se representó la obra "Doña Desdenes" de Manuel Linares Rivas. Al aparecer en el palco las egregias personas, un sexteto interpretó la "Marcha real", mientras el público se ponía de pie aclamando a Sus Majestades. El cronista Alfredo Laffitte comentaba en "El Pueblo Vasco": "En las dos funciones celebradas, hubo aristocracia en la sala y aristocracia en la escena. Los Reyes en su palco y la Guerrero y Mendoza honrando en Flandes la bandera española".
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