En la noche del 23 al 24 de enero de 1932 se llevó a cabo la sustitución del puente viejo por el puente nuevo. Se habían realizado estudios de cálculo en diversos laboratorios para construir el nuevo puente que resistiera el pesado tráfico ferroviario, así como para la operación de corrimiento de los puentes. Aquel que podríamos llamar "acto histórico" fue presenciado por un nutrido grupo de curiosos, pese a lo avanzado de la hora. Potentes focos colgados de postes iluminaban las riberas.
Después que hubo pasado el último tren ya en la medianoche, comenzaron los preparativos para hacer rodar los dos puentes. Se iba a sustituir el viejo, con su característica pared de la entrevía, por uno nuevo construido sobre pilares provisionales. Tal vez la operación más delicada fue el despegue del viejo de los pilares sobre los que se apoyaba. Para ello los obreros fueron introduciendo fuertes cuñas entre el armazón y sus cuatro bases, realizándose esta delicada labor, que desnivelaba el puente en relación a la rasante, sin suspender el paso de los trenes.
El puente viejo quedó calzado igual que el nuevo, se instalaron los rieles en sentido perpendicular a la largura de los puentes pasando por debajo; se aplicaron los rodillos para el rodaje fácil sobre los rieles; se prepararon los cabrestantes en cada uno de los nuevos pilares y los cables quedaron tensos para atraer el puente hasta los pilares antiguos y por fin se cortaron los rieles del puente antiguo.
La distancia de los dos puentes se ajustaba a los nuevos pilares, el corte de los rieles del puente nuevo al corte que se dio en los del viejo. Y se llevó a cabo la operación más espectacular, el arrastre de los dos puentes. Para ello sobre cada pilar de los construidos últimamente se colocó un cabrestante y a una señal los cuatro equipos que servían a las máquinas de brazo comenzaron a trabajar, los puentes se pusieron en movimiento rodando sobre unos rodillos hasta que cada puente quedó en su sitio. Se ajustaron las vías, funcionaron los soldadores automáticos y los trenes pudieron poco después pasar por el nuevo puente. El viejo pesaba 210 toneladas y el nuevo 330, sien su largura 84 metros.
La operación, que comenzó a las 12 de la noche terminó cincuenta minutos después. La Compañía cedió al Ayuntamiento el puente viejo por 80.000 pesetas, construyendo aquella los machones. El municipio hizo los accesos al puente y los donostiarras pudieron usarlo inmediatamente.
(JUAN MARÍA PEÑA IBAÑEZ)
Entre el puente de Mundaiz y el barrio de Loyola nos encontramos con un puen- te característico de los donostiarras, al que todos miramos con cierta curiosidad por- que dentro de su no agraciada estética contiene ese encanto de lo que identificamos con nuestra niñez. Quizá sea algo que tan solo afecta al autor de estas líneas, pero el puente de Hierro siempre ha tenido algo misterioso, distinto a cualquier otra obra de sus mismas características. Acercarse a él, o cruzarlo, entre esa especie de nichos situados en sus andenes que recuerdan tristes episodios bélicos, coincidien- do con el paso del tren que produce un ruido que desde la perspectiva de la infan- cia resulta tremendo, hace que sea uno de los lugares donostiarras que no pasa desapercibido. Para que este puente fuera realidad tuvieron que mantenerse numerosas discu- siones previas al establecimiento del propio ferrocarril. Es necesario ubicarse a mediados del siglo XIX y ver como trabajaba Bilbao para que la línea que uniría Madrid con el Norte se dirigiera directamente a la capital vizcaina y luego, por la costa, llegara hasta San Sebastián. Tampoco Alava quedaba al margen del debate: apoyada por Guipúzcoa, era partidaria del actual trazado. Navarra quería que el ferrocarril pasara por Soria y Logroño. Todo ello sin olvidar las presiones francesas que lo deseaban directamente desde Pamplona para evitar la competencia de los puertos guipuzcoanos. Un gali- matías que fue retrasando el proyecto y exasperando la voluntad de San Sebastián que lo esperaba con gran ansiedad. Por fin, en 1855 se aprobó la línea que todos conocemos y como resultado de este acuerdo, el 22 de junio de 1858 comenzaron las obras para el trazado que uniría Tolosa con San Sebastián el cual incluía la cons- trucción de un puente de hierro sobre el río Urumea. (FUENTE : "Los puentes de San Sebastián - JAVIER MARIA SADA)
ResponderEliminarLa inauguración de las obras “fue la fiesta de la tierra y de la civilización”. Para tan memorable acto, Guipúzcoa reunió en San Sebastián a personajes como D. González Bravo, don Pascual Madoz, el general Lersundi, don Claudio Antón de Luzuriaga, don Enrique O’Donell, en representación de su hermano don. Leopoldo, que no pudo asistir por haberse encargado poco antes de la Presidencia del Consejo de Ministros y otros muchos personajes políticos y los diputados por Guipúzcoa don Fermín de Lasala y el señor Mariategui, iniciadores los dos de la suscripción provincial. De París y del Crédito Mobiliario concurrieron los Sres. Osma, Issac y Eugenio Pereire, Auchy, duque de Glucksberg, Duclere, Dixio, Delessert, Raymond, acompañados de los ingenieros Lechatelliers, Bommart, Letourneur, Durand, Desonjeries y Lanteires. Se hallaban también presentes el cónsul inglés y Mr. Meureville, cónsul de Francia, y ocupando puestos preferentes, el alcalde de Tolosa, el de esta ciudad, Don Angel Gil de Alcain, el diputado foral Sr. Zabala y el gobernador civil D. Miguel María de Artazcoz. La ceremonia de la inauguración tuvo lugar por la mañana en Tolosa. La antigua capital foral dispensó a los invitados un recibimiento grandioso; toda la población se engalanó; por doquier flameaban banderas y gallardetes. En cuanto las diligencias que conducían a la comitiva fueron avistadas por los tolosarras, el pueblo entero salió al encuentro, así como la música y el tamboril; las campanas echaron a vuelo, y el clero, Ayuntamiento y vecinos en masa, entre el estampido de los chupinazos recibió en medio del más vivo entusiasmo a las comisiones que acudían a la inauguración de los trabajos de la vía férrea..
ResponderEliminarDespués del Te Deum tuvo lugar la bendición de las obras, y a la terminación del acto religioso toda la jurisdicción participó de la alegría que produjo el memorable acontecimiento. A las primeras horas de la tarde se engancharon los coches y, a toda velocidad, los invitados se trasladaron a San Sebastián que les acogió con el mismo entusiasmo. Una vez en la capital, acompañados del vecindario, que ese día hizo fiesta cerrando los talleres y los comercios, los invitados se dirigieron al lugar en donde se levanta actualmente la Estación del Norte, terrenos que entonces eran del dominio del Urumea. Las gabarras y las chalupas, traineras y botes de este puerto, aparecieron en el río vistosamente adornadas. Las distintas comisiones, las autoridades, el clero y las sociedades particulares, ocupaban las embarcaciones engalanadas, así como las bandas de música, tamboril y coros, y amenizado todo por el estampido de las salvas, dieron principio los trabajos del ferrocarril. La banda de música y un coro de trescientas voces interpretaron el himno zortziko escrito al efecto por D. Ramón Fernández y la fiesta terminó con un gran banquete en la Casa Consistorial después de que la comitiva de invitados hubiera entrado en la iglesia de Santa María para ser recibida por el clero, vestido con las hermosas capas que reservaba para la gran solemnidad del Corpus o para obsequiar a los reyes, y se cantara un Te-Deum en acción de gracias. (FUENTE : "Los puentes de San Sebastián - JAVIER MARIA SADA)
ResponderEliminarTuvieron que pasar varios años desde la celebración de estas fiestas hasta que los trenes de la Compañía de los Caminos de Hierro del Norte de España llegaran a nuestra ciudad, cosa que hicieron por vez primera el 15 de agosto de 1864. Su paso por el Puente de Hierro se produjo, dicho día, unos minutos antes de las once de la mañana. En el tren viajaba el Rey Francisco de Asís, llevando como cronista de “El Contemporáneo” a Gustavo Adolfo Becquer. Así comenzaba la historia real de nuestro popular Puente de Hierro que, pasado el tiem- po, se vio superado por la modernización ferroviaria y por las características de las nue- vas locomotoras: su peso y su velocidad hacían peligroso el puente, siendo necesaria su adaptación a los nuevos convoyes. El año 1932 fue necesario renovarlo, construyéndose el actual, de 84 metros de largura, para el paso de los trenes modernos, dejando el antiguo con andenes para “carruajes y peatones” gracias a que la Compañía lo cedió al Ayuntamiento previó pago de 80.000 pesetas, correspondiendo al Municipio, eso sí, hacer los accesos y a la Compañía del Ferrocarril los machones. El viejo pesaba 210 toneladas y 330 el nuevo. La sustitución tuvo lugar la noche del 23 al 24 de enero del citado año, apenas hubo pasado el convoy de mediano- che. La operación más delicada fue el despe- gue del viejo de los pilares sobre los que se apoyaba, siendo necesario que los operarios introdujeran cuñas entre el armazón y sus cuadros bases para no tener que suspender el paso de los trenes, a pesar de que el trabajo desnivelaba el puente en relación a la rasante. Una vez que el viejo puente quedó al nivel del nuevo, se colocaron los rieles en sentido perpendicular a la largura de los puentes pasando por debajo de éstos y aplicando rodillos para el fácil rodaje de las vías; una vez preparados los cabrestantes en cada uno de los nue- vos pilares y los cables quedaron tensos para atraer el puente hasta los pilares antiguos, se cortaron los rieles del puente viejo. (FUENTE : "Los puentes de San Sebastián - JAVIER MARIA SADA)
ResponderEliminarCuentan las crónicas que la operación más espectacular fue el arrastre de los dos puentes, para lo cual sobre cada pilar de los recién construidos se colocó un cabrestante y a una señal determinada los cuatro equipos que servían a las máquinas del brazo comenzaron a trabajar. Lentamente comenzó el movimiento de los puentes sobre los rodillos hasta que cada uno quedó instalado en el lugar que le correspondía. Una vez ajustadas las vías comenzaron a funcionar los solda- dores automáticos y poco tiempo más tarde los trenes ya podían pasar sobre la nueva instalación. Para realizar toda la operación fueron necesarios cincuenta minutos, es decir, desde las doce de la noche hasta la una menos diez de la madrugada. En la actualidad, el Puente de Hierro está llamado a sufrir nota- bles modificaciones para su adaptación a los nuevos barrios y viales surgidos en sus proximidades. Más allá del Puente de Hierro entramos en el valle de Loyola que, para el trabajo que realizamos, lo limitaremos entre los puentes de Egia y Txomin, sin olvidar el de los Cuarteles y el del “Topo”. (FUENTE : "Los puentes de San Sebastián - JAVIER MARIA SADA)
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